sábado, 4 de julio de 2009

Más que Inmunidad Diplomática

La historia de la humanidad gira en torno a la lucha de los hombres por la obtención de un poder desmesurado e insano.
Los anales de la historia replican, ante cualquier intención de disimular esta triste realidad, que aún los hombres más nobles se extralimitaron en abusos de poder moral al verse rodeados de circunstancias en las cuales se les suministraba cierta medida de poder.
Demasiadas y muy variadas son las oportunidades en las que ha quedado demostrando que la conducta moral de los hombres más respetados suele ser como la de cualquier ser humano del montón, como la de cualquier hijo del vecino.
La humanidad está acobardada de aquellos modelos y contra modelos morales presentados y emulados con el correr de los siglos por diferentes grupos religiosos, y/o humanistas.

Yo creo que hubo un solo hombre en la historia que fue capaz de tener la autoridad moral suficiente como para ofrecer y hasta exigir alguna cuestión moral de los seres humanos, ese hombre es Jesucristo, el cual también es Dios por sobre todas las cosas.

En la comunidad de pastores del mundo cristiano en general se piensa que la posición que detenta un pastor, acompañada de algunos versículos de la Sagrada Escritura, le otorga a dicho individuo cierta autoridad moral como para que este exija ciertas cosas de los cristianos.

Son demasiados los pastores que hacen un uso indebido de su investidura espiritual por una falta de comprensión del texto Sagrado. El abuso del poder moral por parte de un pastor revela ignorancia, además de ineptitud y pericia en la labor de presentar perfecto en Cristo Jesús a todo hombre.
La intención de lo que escribe este servidor es poner luz sobre una breve porción de un pasaje de la Escritura en particular: "Obedeced a vuestros pastores y sujetaos a ellos…" (Heb.13:17.)

Este pasaje viene a ser muchas veces como una inmunidad diplomática pastoral. Muchos pastores suelen llegar al punto de exhibir este documento para poner punto final a cualquier discusión, creen que esta declaración es como un recurso de amparo otorgado por el cielo para sellar todo cuestionamiento, creen poseer en esta frase como una especie de fórmula o conjuro mágico exclusivo para purgar toda contradicción en la vida eclesial como así también en las ramificaciones de esta…

La frase: "Obedeced a vuestros pastores y sujetaos a ellos…" es una suerte de último recurso, como si se tratara del postrer disparo que queda en la recámara de una pistola, o del fusil en una batalla que, se debe recordar, no es contra sangre ni carne.

Para mí, (una persona que pertenece al segmento promedio en esta sociedad), no hay como los "mataburro" para poner punto final a estas discusiones. Me refiero al estudio, y hasta literalmente al diccionario más llano y rudimentario que descansa en el anaquel de cualquier biblioteca doméstica.

Hablando llanamente, obediencia es: La ejecución de la voluntad de quien manda, y esto siempre dentro de la esfera o del marco que le compete. Obedecer es, en su sentido más elemental, el acatamiento de una orden.
Por supuesto que esta definición elemental basta y sobra para regir con un viril autoritarismo sobre la voluntad de cualquiera que se encuentre dentro del contexto subordinado a tal autoridad.

Pero en cuanto al estudio de nuestro texto debemos recordar que la Biblia fue escrita en griego. Esto no significa que la palabra obediencia posea en griego un significado esencialmente diferente al del castellano, ni tampoco significa que el término griego que fue empleado por Dios contradiga la idea que se expresa en el fonograma obediencia, esto solo significa que se debe investigar la palabra un poco más del nivel superficial, hasta estar plenamente concientes y seguros de que comprendemos lo que el escritor sagrado quiso expresar bajo inspiración a sus lectores, en su tiempo.

¿Hablo con menoscabo de la autoridad de un pastor? Por supuesto que no, hablo con menoscabo de quienes pudieran ostentar equivocadamente una autoridad ficticia y arrogante en el orbe pastoral, y es por una alta regla de eticidad que me dirijo a un centenar de ustedes.

La palabra empleada por el escritor sagrado para "obedeced" es (gr. pheito) El consenso de demasiados expertos indica que este tipo de obediencia no es aquella que se somete, sin más, a una autoridad, sino un tipo de obediencia que viene como resultado de ser persuadido.
Esta obediencia es producida por una confianza proveniente de una profunda persuasión en las facultades del alma y del espíritu. Se desprende de esto fácilmente que el elemento o agente indispensable para lograr esto es la palabra de Dios. (Indagar sobre el estrecho vínculo entre pheito "obedecer", y pisteuo "confiar".)

Es más que obvio que esta obediencia hacia el pastor germina en virtud de la convicción que nos traen los argumentos bien presentados de la Palabra de Dios, pues ese es el contexto en el cual debe moverse un pastor/maestro, que apacienta la grey de Dios.

La diferencia entre estos dos tipos de obediencia marca una dicotomía irreductible; la obediencia pretendida por muchos pastores suele estar basada en una mera posición jerárquica, (en la chapa de pastor) mientras que la otra obediencia reclama nuestra sumisión por las razones de la Biblia, siempre que el pastor las sepa presentar, por supuesto.
Los pastores están mandados a hacer un buen trabajo de convencimiento con la Biblia en el plano dialéctico y retórico, mientras que Dios asegura que Él utilizará esto para llevar a las personas a un plano de convicción adecuado para lograr una obediencia voluntaria, a un culto racional, en términos paulinos.

En toda esta problemática surgen múltiples falencias entre las cuales se pueden mencionar que:

a-Los pastores no toman demasiado en serio el ministerio de la Palabra (la referencia se toma del nivel de calidad de predicación y de exposición de la Biblia.)

b-Los pastores poseen un nivel de estudio demasiado elemental de las Sagradas Escrituras.

c-Existe una suerte de campaña hecha por pastores contra la educación profunda de las Escrituras, alegando que no se requiere tanto estudio para poder predicar bien… (aunque creen y tratan de imitar lo que hizo J.Edwards, G.Whitfield, Ch.Spurgeon, y otros, pero ignoran los conocimientos y horas de estudio que esos hombres ponían en la predicación. Honran a los hermanos Wesley pensando que predicaron sobre Jn.3:16 todas sus vidas, pero acaso no saben que estos dos hablaban y escribían en Hebreo, Griego y Latín) No sugiero este nivel de conocimientos, sino solo algo más sustancioso en la preparación de un ministro en vista al ministerio de la Palabra.

d-Los pastores no poseen libros adecuados para estudiar, ni maestros adecuados para que se les enseñe a predicar otra cosa que no sean los cíclicos sermones temáticos con los cuales más que alimentar a los cristianos se los programa para una vida poco eficaz.

e-A los pastores se les enseña frecuentemente a temer la diversidad de pensamientos y de opiniones, y se les enseña a combatir esa incipiente variedad y a imperar sobre las demás voluntades por medio de una posición mistificada. Demasiados pastores de la ortodoxia como de la heterodoxia son presentados como "el ungido de Jehová", "el siervo de Dios". Ideas que no pueden sobrevivir el más cándido debate bíblico.

La problemática que se plantea en derredor de los problemas exegéticos de nuestra generación es harto profunda y compleja, y más que sabiduría se requiere mucho coraje para enfrentarla.

Volviendo al micro análisis, es fácil equivocar o desvirtuar la exégesis de un versículo bíblico cuando uno no tiene más que una noción rudimentaria del idioma de su propia cultura. El abismo que nos separa de las fuentes indispensables se vuelve como una delgada línea fácil de confundir, y así es como cualquier pastor puesto en estrecho entre la espada y la pared recurre a este tipo de leyes de último recurso para que las cosas no se le escapen de las manos: "obedeced a vuestros pastores y sujetaos a ellos".

Ese tipo de autoridad que muchos pastores suponen que el texto bíblico les confiere ante las congregaciones es endeble si se lo pretende demostrar por medio de la Biblia. La palabra "sujetaos" es la misma palabra que se utiliza cuando se dice a los cristianos que se sujeten unos a otros, de modo que el mismo pastor debería estar, técnicamente hablando, sujeto también a los hermanos de la iglesia. Esto no representa una amenaza al gobierno teocrático, bíblico y congregacional que enseña la Biblia, al contrario…

Desde que Cristo repartió dones indiscriminadamente a la iglesia y a cada miembro en particular como él quiso, desde que Él hizo que la vida que fluye en Su cuerpo dependa en el mismo grado de los unos y de los otros, desde que Él estableció el sacerdocio de cada creyente, desde que Él unió a todos por los ligamentos y las coyunturas que se ayudan mutuamente, y desde que Él les dio el Espíritu sin medida a cada uno, la funcionalidad de un pastor difiere en poco de la de cualquier otro hermano de la iglesia, pero la gente necesita hombres mitos, y los hombres ávidos de cierto control necesitan de esas posiciones, las personas necesitan de figuras carismáticas, de héroes vivientes, y de ídolos de roja arcilla…y los tienen.
Pedro fue un hombre con esas características y con tendencias que le llevaban a enseñorearse de los hermanos, pero él mismo dice a los pastores:

"Ruego a los ancianos que están entre vosotros, yo anciano también con ellos, y testigo de los padecimientos de Cristo, que soy también participante de la gloria que será revelada: Apacentad la grey de Dios que está entre vosotros, cuidando de ella, no por fuerza, sino voluntariamente; no por ganancia deshonesta, sino con ánimo pronto; no como teniendo señorío sobre los que están a vuestro cuidado, sino siendo ejemplos de la grey. Y cuando aparezca el Príncipe de los pastores, vosotros recibiréis la corona incorruptible de gloria." (1ªPe.5:1-4.)

Ese tipo de obediencia que muchos pastores buscan lograr es lo que en el mundo se denomina "obediencia ciega". Es el tipo de obediencia que cumple las órdenes en forma inflexible, sin ningún tipo de examen previo. Si este fuera el tipo de obediencia que se debería rendir a los pastores, entonces estaríamos en graves aprietos porque este concepto entraría en franca contradicción con otro pasaje:

"Acordaos de vuestros pastores, que os hablaron la palabra de Dios; considerad cuál haya sido el resultado de su conducta, e imitad su fe." (Heb.13:7.)

El concepto de obediencia que hemos explicado del v17 es el que está en perfecta armonía con este v7. Es un tipo de obediencia inteligente y sana que supone un concierto de madurez, no una obediencia ciega que se da por la vía del temor, es la obediencia de los honorables hermanos de Berea, aquellos hermanos que si vivieran hoy entre nosotros, e hicieran un examen tan exhaustivo de lo que se les predicara, seguramente serían tenidos por extraños, y a quienes se condenaría y juzgaría como cristianos rebeldes, carnales, e implacables. ¡¡¡Qué gran y estúpida ironía!!! No obstante Dios sigue teniendo la mejor reputación de ellos.


Hay otro tipo de obediencia de la cual prefiero no hablar, es una obediencia aciaga, nefasta, funesta, fatal.
Se la denomina "obediencia debida", y es aquella que se rinde en perjuicio de la Justicia, pero que por estar rendida a un superior se descarga de sus culpas…

Hay cristianos que sirven y viven bajo el régimen de la obediencia ciega, otros están prestando sus servicios, a plena conciencia, bajo una ley de la obediencia debida.
A ellos les digo: La Biblia les invita a integrarse en el seno de una obediencia más noble, a un culto racional, a una relación filial donde el Amor, no el Temor, es el vínculo perfecto.

La naturaleza, la ira de Dios, y el evangelio de las catástrofes naturales

Debido a los devastadores fenómenos que la historia está destinada a rever en la naturaleza del planeta, algunos cristianos han hecho con esfuerzo toda una teología de las catástrofes. Existen, pues, arduas, lentas, y copiosas páginas dedicadas a tratar de explicar lo inexplicable.
Allí donde puntualmente la Biblia hace silencio, muchas voces cristianas se apresuran y se alzan hablando con altanería del destino inminente del planeta y de las personas que lo habitan.
El mundo está cansado y saturado de un feroz fanatismo que se jacta en meras presunciones, y burdas vanidades que quitan las ganas de vivir al que tiene pocas. Este artículo es escrito con el propósito de aclarar errores y de prevenir fáciles excesos. Quien escribe esto es alguien que mira con desdén y melancolía esa cristomanía perniciosa que se congratula en su falaz ebullición. Quien lea esto debe saber, sin embargo, que profeso un cristianismo bíblico, no mezclado con dogmas antropocéntricos, y que pretendo seguir profesándolo muy a pesar de los graves errores de interpretación de otros de idéntica fe.

Hasta ahora la tendencia más general de todas las civilizaciones de la historia ha sido la de creer que la Divinidad es propensa a airarse contra el hombre, como así también a enviarle sendos castigos. Es difícil creer que existe alguna razón digna de ser considerada como para creer que esta tendencia cambiará alguna vez. Una vista retrospectiva en la historia dirá lo contrario, y una mirada en la escatología terminará por confirmarlo.
El desarrollo de esta conciencia colectiva (equivocada en cierto sentido) ha generado en el mundo cosas curiosas si uno la mira con una perspectiva histórica. El carácter vengativo e iracundo de los dioses de Babilonia, de los de Egipto, de los de Asiria, de las innumerables permutaciones que de ellos se hicieron en la Mesopotamia, del panteón de los dioses griegos, de los dioses de la América precolombina, y luego de los dioses de la América que llegó a ser por la otra contaminación hispana, y romana tiene el denominador común de la culpabilidad y del terror.
En la historia de todos esos dioses de la imaginación está la marca indeleble de una conciencia universal que busca aplacar el pecado con sus fetiches. Las formas de este pensamiento siguen su carrera, uno de los más prestigiosos canales de televisión titulaba uno de sus programas especializados en catástrofes naturales de esta manera:"La Ira de Dios". La propaganda mostraba una explosión de lava ardiente impelida desde lo profundo del cráter de un volcán centroamericano. En dicho programa se daba un serio tratamiento sobre tormentas, terremotos, volcanes, tsunamis, tornados, aludes, inundaciones, y cosas semejantes, pero ni una palabra de la Biblia que confirmara el título, sino solo presunción... Acaso está de más decir que dicho título expresa en mucho la conciencia colectiva de la mayor cantidad de personas del mundo, pero especialmente de los millones de televidentes que han tomado a priori la misma suposición: "Dios es emocionalmente inestable, y muy propenso a airarse con el hombre."

En virtud de estos presuntos sorpresivos embates Divinos, la maquinaria de sensibilización y sensacionalismo masivo corre su pregón alarmando al mundo, sin embargo los que se adentran en la Biblia reconocen que es algo sumamente delicado, sino imposible, discernir con claridad los movimientos secretos (no revelados) de Dios.
A este esfuerzo mancomunado del mundo por "aclarar" estas cosas se le debe sumar la influencia que ejerce la mala enseñanza dada por algunos cristianos, quienes desde tironeadas Escrituras presumen ejercitar cierto don profético/patético en la lectura que hacen de las catástrofes naturales.
Estas fuerzas del terror han llegado a ser importantes en sí mismas ganando un eco en la conciencia social y en un sin número de cristianos que se encargan de propagarla no sin cierta efusividad. Pero no es extraño que en el perfil de este tipo de cristianos exista la reiterada característica de una mente en la cual impera una rudimentaria teología inclinada hacia el terror, la ira Divina, el miedo pavoroso a Dios, y la sed de venganza Divina, un perfil que refleja demasiada semejanza al de las sectas del mundo…

¿Por qué muchos cristianos piensan y se sienten tan exacerbados con respecto a este tema? ¿Por qué muchos cristianos se enseñorean en torno a estos temas en vez de mostrarse mansos y condescendientes hacia el mundo? Respondo que es porque se hallan en una etapa de plena formación moral y carecen de madurez, de modo que mientras pasan por esta etapa son (y yo lo he sido) como pequeños, sombríos, y desvencijados imitadores de Elías, quienes increpan a Dios contra la gente en general y a veces contra los de su propia fe, ignorando mucho del carácter bondadoso y de la Gracia del ser Divino.

La mente del hombre inconverso occidental promedio acostumbra a creer y a promover el pensamiento de que el castigo de Dios se relaciona solo con los mitos y las leyendas, rechazando toda presunta relación entre Dios y la vida cotidiana, pero una interminable cantidad de casos bien comprobados que se reiteran cíclicamente, nos revela que cuando esas mismas personas se convierten a la fe cristiana, suelen fanatizarse yendo al polo opuesto de sus antiguos pensamientos, comenzando a ver casi en cada sufrimiento humano la presunta ejecución de una extraña pero soberana voluntad Divina. No se debe culpar al nuevo cristiano de esta ineptitud, ya que hasta que él alcance cierta madurez y comprensión no podrá hacer otra cosa que razonar su nueva fe con su vieja mente llena de antiguos miedos, malos prejuicios, y equivocados axiomas. De todas esas ideas antiguas muy pocas son naturalmente compatibles con las doctrinas de la Biblia, pero él no lo alcanza a discernir, y le espera un largo camino y una larga lucha hacia una cierta meseta de madurez…

Parece ser que la conducta humana, con todas sus arduas complejidades, es reductible a dos tendencias generales. La primera y mayoritaria es la de creer que Dios es la causa de todos y de cada uno de los efectos concebibles en el contexto de nuestro paso por el mundo. La segunda es la de excluirlo de todos los terrenos posibles, ya sean físicos, o filosóficos, objetivos, o subjetivos.
Los dos puntos de vista son radicales y prejuiciados, y no solo fracasan en dar una explicación aceptable a la demanda de un más amplio sentido común, sino que reproducen los clásicos pensamientos estereotipados de las sociedades decadentes del presente y de siempre. Tampoco estos dos puntos de vista declaran lo que la Biblia tiene para decir al respecto, (si es que se desea saber lo que Dios dice en ella.)
De modo que mientras que el no creyente no logra su cometido, por cuanto su lucha filosófica no alcanza a deshacer las múltiples postulaciones de la existencia de Dios, el cristiano inmaduro yerra, por cuanto ha presumido conocer a Dios, llegando a fabricar, sin darse mucha cuenta, un dios a la medida de su propia concepción del universo y de sus cosas afines. Por supuesto que también existen aquellos que para lograr un mayor nivel de aceptación intentan manejarse con diplomacia entre estos terrenos.

El punto único y diferente aquí es el que establece la Biblia, y aquellos que la escudriñan con esmero sincero y con humildad son los que paradójicamente obtienen el punto de vista superior y verdaderamente cabal de todo. Lo paradójico, se aclara, es que cualquiera puede llegar al conocimiento de la verdad objetiva en este asunto antes que muchos otros que supuestamente cuentan con más posibilidades a favor.

El asunto, pues, pasa por demostrar si las catástrofes dadas actualmente en el contexto de la naturaleza tienen una conexión concreta con Dios. Por supuesto que aún cuando no se pudiera comprobar una relación entre el Ser Supremo y estas catástrofes no significaría necesariamente que Dios no existe, porque la existencia de Dios no puede ser medida en base a la escala de Richter.

El afirmar que una catástrofe natural es el efecto de la ira de Dios no es algo que se pueda apoyar con la Biblia siempre. Por el contrario, estas afirmaciones no siempre contemporáneas suelen caer muy fácilmente en el terreno de las presunciones, del fanatismo y de la futurología. Esta clase de opiniones solo representa un conjunto de ideas carentes de autoridad Escritural para dichos casos puntales, pues es necesario decir que Dios no ha revelado en la Biblia ningún calendario de movimientos sísmicos, maremotos, huracanes, y otras cosas semejantes. El estudiante de la Biblia sabrá que la profecía no señala en forma explícita que Dios haría este tipo de cosas en nuestro tiempo presente, el cual es pretribulacional.
Sin embargo el cristiano promedio viola la norma esencial de su propio dogma (creer en Cristo de acuerdo con el evangelio, sin ver, por la sola fe) tratando de establecer un determinado fenómeno físico como un fuerte paradigma para ejercer fe en Dios. Ningún maremoto será lo suficientemente grande como para revelar al hombre su estado de ruina y pecado, esa convicción solo llega por medio de oír el Evangelio.

Muchos cristianos han trocado el Evangelio de Cristo por el evangelio de los Cataclismos, y muchos están contentos, no por dichos fenómenos, sino porque las congregaciones que pastorean aumentan en número rápidamente tras estas cosas. El evangelio de los Cataclismos se vende como pan caliente a la sazón de los infortunios globales. ¡Pero qué idiotez! Cambiar el remedio por más enfermedad, canjear el antídoto por más veneno. Ya nada puede parar este evangelio geológico. ¡Que cosa seria con las masas de cristianos que van permutando el evangelio de Cristo! ¡Qué ignominia el oír el anuncio del juicio de Dios por medio de la naturaleza en vez de oír el juicio de Dios en la Cruz! ¡¡Qué maldita confusión del infierno!!


Esta manera de atraer a los perdidos nunca ha sido el sistema que Dios ha escogido para desarrollar su plan en este segmento de la historia. Dios no establece ningún principio ni axioma de la física como punto de partida para la fe salvadora. La fe de Cristo siempre escapa de las manos de aquellos que pretenden atenuarla a sus mentes naturales, la Fe legítima es un don de Dios para aquellos que se convencen de su propio pecado y se arrepienten de veraz. La Fe de Dios que salva y convierte el alma está acuñada en cosas superiores a las que se ven, a las que se tocan, y a las que pueden ser demostradas por un sismógrafo. Qué ridículo resulta el actuar de tantos cristianos que tratan de medir la proximidad de peores tsunamis con la Palabra de Dios. ¿No saben que la Biblia es para medir el carácter moral de lo santo y de lo profano? Difícilmente los cristianos inteligentes arriesgarán alguna vez la reputación del Evangelio y el valor intrínseco de la Fe por medrar en esos terrenos, porque desde el momento en que Dios no ha revelado nada en cuanto a sus acciones juiciosas para el planeta en este momento histórico (desde la cruz hasta el rapto) nadie puede cifrar lo indescifrable.

Existen casos puntuales en el pasado, en los cuales se nos dice que el dedo de Dios fue el que provocó ciertas catástrofes en la naturaleza. Si habláramos, por ejemplo, del Diluvio Universal del que se relata en la Biblia, hecho que por la fe creemos que sucedió, por supuesto que sí reconocemos una catástrofe sobrenatural a escala mundial cuyo origen está en Dios. Si hablamos de las plagas que azotaron a Egipto en los momentos previos de la salida de Israel hacia el Mar Rojo también declaramos lo mismo.

En semejantes casos creemos que Dios provocó esas catástrofes porque la Biblia lo indica positivamente, pero al considerar otros casos en los que nuestra única fuente de autoridad, fe y práctica hace silencio nos limitamos (algunos) a una posición naturalmente incómoda, pero sincera; la del interrogante.
Esto no significa que uno no se de el lujo de especular para sus adentros, esto significa que como cristianos no rubricamos públicamente la firma de Dios en semejantes casos en los que la Biblia nada ha revelado. Tal confianza tenemos en Dios y en Su Palabra, se trata de una fe que disipa toda duda en virtud de la claridad de lo que la Biblia dice o calla.

La confusión, entiendo, que se ha instalado en derredor de la supuesta Autoría de estas catástrofes, tiene que ver con lo que la Biblia declara en cuanto a los cataclismos de los últimos tiempos, y al cumplimiento del Apocalipsis, por así decirlo.
La Biblia revela anticipadamente los azotes Divinos que el mundo sufrirá en un tiempo que aún es futuro. En su propia terminología, este tiempo se denomina la "gran tribulación". Un buen estudio sobre la escatología multiplicaría necesariamente el número de páginas aquí, pero aunque no lo incluiremos, el lector tiene la responsabilidad ante Dios de tomar tiempo para escudriñar esta materia que Él se dignó revelar clara y ampliamente en Su Palabra.
En el contexto de la "gran tribulación" (aún futura) sería correcto afirmar que Dios será el autor de muchos y mortales cataclismos mundiales. Dichos cataclismos llegarán, según la Biblia, en concepto de retribución por el trato que la humanidad a dado a Jesucristo, y a su causa en los tiempos de la buena voluntad de Dios para con los hombres (ese tiempo es hoy, aún, y continuará hasta que los redimidos desaparezcan del planeta.)
Dichos casos son ejemplos concretos y específicos de la ira de Dios demostrada por medio de fenómenos atmosféricos, y catástrofes producidas por medio de un cierto vehículo, digamos, la naturaleza. Pero al salirnos de estos campos tan bien delimitados estaríamos entrando en un terreno en el cual la Biblia hace silencio…nuestro plano de existencia histórica actual es uno de esos. La Biblia revela que habiéndonos dejado Su Palabra, en estos momentos Dios está en silencio, por lo que la fe que se espera de los hombres es coherente con la economía Divina para esta actual dispensación, que consiste en vindicar y justificar a Dios por la sola fe.
Al considerar las catástrofes que se han manifestado en la naturaleza en nuestro tiempo no podemos proclamar que Dios es el autor, debido a que carecemos de autoridad escritural puntual y específica para dichos casos. Sin embargo, si se quiere, tampoco podríamos negar la posibilidad. La verdad es que sencillamente no podemos saberlo en nuestro tiempo, debemos ser honestos y reconocer que sin importar lo que Dios haga o deje de hacer sigue siendo el absoluto Soberano. Nadie debe presumir públicamente que Dios provocó tal o cual catástrofe natural en este tiempo, porque sencillamente la Biblia no lo autoriza en forma cabal.
Ahora bien, hay quienes dicen "todos los creyentes sabemos que esos fenómenos son enviados por Dios", "¿qué otra cosa puede generarlos?" Permítame decirle con todo respeto que usted debiera considerar que existen arduas razones que bien podrían mantener el dedo de Dios lejos de los tsunamis, y de las capas continentales.

Según un cuadro que publicamos al final del artículo, desde el año 1945 hasta el año 1998 se han efectuado en nuestro planeta nada más que 2056 (dos mil cincuenta y seis) pruebas nucleares. Un promedio de casi 30 pruebas atómicas al año. Una ganga.
De este total de pruebas atómicas, 1572 (un mil quinientas setenta y dos) han sido practicadas debajo de la superficie terrestre, a esta clase de pruebas nucleares se las denomina "pruebas subterráneas". Pero seguramente que 1572 bombas atómicas subterráneas no contribuyen en absoluto a generar los tsunamis, ni a los terremotos, ni tampoco deben afectar las capas continentales… Seguramente Dios debe estar aplacando con su poder los estímulos que generan estas explosiones nucleares para preservar el planeta porque prefiere destruir él mismo a los hombres con terremotos y tsunamis, ¿no le parece más lógico?, ¿Le parece?

Esto es solo la punta del iceberg para quien desee investigar (lea, el leer no daña).
La ignorancia, la desinformación, el fanatismo de pelo en pecho en los púlpitos, y cosas similares son notablemente coherentes con el fracaso del cristianismo de Cristo en este mundo. ¡Qué gran antipatía produce el oír la presunción de aquellos que con tanta petulancia ven la ira de Dios en estos fenómenos! ¿Ganaremos a los perdidos de este modo?

Ahora bien, existe algo más profundo que esto, pues el problema aquí no pasa por la falta de claridad de la Biblia ni por las variantes en la interpretación de la misma, sino que pasa por el hecho de que el hombre tiene la necesidad de hallar una explicación urgente y definitiva a estos fenómenos, y debido a que él no puede saberlo todo, (ni aún el creyente que estudia las Escrituras, ni el mundo de la ciencia) se genera agitación e inseguridad en una sociedad que demanda explicaciones, y el creyente cree que tiene la respuesta poniendo a Dios como autor de estas cosas.

El hombre inconverso, ante la duda, o la posibilidad de que Dios pudiera ser quien se piensa que es de acuerdo con una conciencia colectiva, prefiere negar y desdibujar las cosas hacia otro lado. Por su parte, el creyente, sabiendo que ha sido reconciliado con Dios y que su alma ya no corre graves peligros, en general opta por apabullar a la gente y subirse al caballo para arrearla como a ganado, con gritos y silbidos, hacia el corral de su iglesia o de su denominación. Esto solo demuestra inmadurez en la selección de sus métodos de evangelizar, y hasta de sus principios.
En general, ninguno de los dos grupos prefiere saber la verdad pura, sino que se conforman con ser simples partidarios de algo que ni siquiera entienden ni les preocupa mucho entender. De hecho ambos grupos tienen las respuestas a priori, de tales suertes del destino.

Quien llega a sincerarse cabalmente con las Escrituras y con el Dios de las Escrituras (estas dos cosas no son relativas) sabe que es más fuerte el argumento a favor de que Dios no se contenta en promover la muerte del pecador, por el contrario. Sabe incluso, que Dios está "callado" en este momento histórico, y que llegará el momento en el que Él hablará definitivamente a los hombres de esta tierra.
Leyendo las páginas del Nuevo Testamento podemos ver que la idea de invocar el castigo desde lo alto procedió de mentes humanas, y que en contraste con esto Dios explicó que Él desea salvar lo que se encuentra en un estado moralmente perdido, en vez de destruirlo.
Jesucristo explicó también que pensar en el castigo sin reparar en el juicio y en la misericordia denota insensatez. Por esto mismo reprochó a sus discípulos la dureza e ignorancia que en ellos había afirmando: "vosotros no sabéis de qué espíritu sois, porque el hijo del hombre no ha venido a la tierra para perder las almas sino para ganarlas." ¿Sabéis vosotros cristianos de qué espíritu sois?

Por su parte, el Antiguo Testamento anticipa el advenimiento del "Día de Jehová", en el que la obra de Dios será tan pública y manifiesta que ya no cabrá la menor duda en cuanto a lo que Dios hace o no hace, pero eso está aún en el futuro de nuestro tiempo.
Desde que Cristo ascendió a los cielos, Dios dejó de hablar a la humanidad en forma explícita y audible, y así continuarán las cosas hasta el fin de esta era.

Salvo en tiempos específicamente señalados por las Escrituras, no tenemos argumento para afirmar que Dios envía castigos por medio de catastróficos fenómenos que toman lugar en la naturaleza. Reconocemos que Dios es Soberano, y que si Él lo considera justo lo hará, pero también debemos reconocer que Dios NO DEJA DE SER EL MONARCA DEL UNIVERSO CUANDO NO CASTIGA LAS MALDADES DE LOS HOMBRES MIENTRAS ESTOS LAS EJECUTAN.

Se sigue diciendo mucho en estos días, tras las convulsiones globales, que los fenómenos fueron sin dudas castigos divinos debido a la inmoralidad y la violencia creciente en el mundo.

Esta argumentación es deficiente y vergonzosa para la fe cristiana, es una defensa primitiva y opaca de la cual ni Dios ni la gente son dignos.

Debido a que la Santidad de Dios no admite ni un solo pecado, y que todos le son igualmente perversos, si Dios tuviera que obrar en consecuencia con su Santidad, sería el mundo entero el que se vería envuelto en un cataclismo final, (como ya aconteció una vez en los días de Noé). Los pecados relacionados con la inmoralidad sexual y la violencia, están masificados en el mundo entero, y no solo en algunos lugares. Los lugares donde existe el mayor índice de prostitución infantil en el planeta no han sido afectados últimamente, y siguen funcionando sin mayor trastorno que el ordinario. ¿Alguien se preguntó si alguna gota de lluvia cayó sobre las capitales mundiales de la promiscuidad y de la lujuria mientras que otros lugares desconocidos se deshacían bajo tormentas, y huracanes?

Decir, como cristianos, que no sabemos si Dios provocó tal o cual fenómeno natural, no significa necesariamente una falta hacia nuestra fe, ni una falta en la defensa de nuestra fe, al contrario, significa que somos fieles en mantenernos en el terreno que nos corresponde bíblicamente, sin extralimitarnos en forma sensacionalista.

Creo que los cristianos inmaduros y oportunistas estarán amedrentando a medio mundo con estos cataclismos. En mi opinión no difieren de aquellos medios de difusión masiva que aprovechan la noticia para atraer la audiencia, y el hecho de que alguien haya hecho una profesión de fe cristiana por esta conmoción social con "epicentro religioso" nunca será suficiente como para justificar tales depredadores procederes.
Aseverar de modo inequívoco que Dios es el autor de lo acontecido en Asia o en otros lugares, o casos semejantes es en extremo prejuiciado, y argumentarlo sutilmente es igualmente malo, y hasta peor. Es sencillamente manosear (¿o pisotear?) la sensibilidad e ingenuidad de la pobre gente que anda desesperada buscando una buena explicación. Los cristianos no entienden que no tienen la obligación de tener que dar siempre una "buena explicación" para todo lo que acontece en el mundo, sino que deben tener una buena fe para que el mundo pueda creer en Cristo en los momentos en los que nadie puede ofrecer una respuesta.
Bajo esta clase de errores se originó "la teoría de la Brecha" que trató de atenuar la Evolución con la Creación cuando la ciencia supuestamente había descubierto cosas comprometedoras para la fe cristiana…

Si los cristianos nos ocupáramos en cultivar una fe simple y práctica pronto el mundo cambiaría, pero hemos preferido hacer un cristianismo de alta complejidad, lleno de suposiciones, imprecaciones, presunciones, y vanaglorias. El mensaje de los cristianos hoy NO debe ser el "evangelio de los cataclismos", sino el "evangelio de la Gracia de Dios por medio de Jesucristo."

Dios es moralmente Santo, y está en contra de todo pecado. Creo que esa declaración es fiel a la Biblia y tan suficiente como honesta. No podemos demostrar que el dedo de Dios esté tras estos males, pero sí podemos predicar el Evangelio de Cristo. Dejémonos de la sensiblería barata, y trabajemos honrada y legítimamente.


Países Primera prueba nuclear Última prueba nuclear Número de pruebas realizadas

Estados Unidos 1945 1992 1030 (815 bajo tierra) sí
Rusia 1949 1990 715 (496 bajo tierra) sí
Gran Bretaña 1952 1991 45 (24 bajo tierra) sí
Francia 1960 1996 210 (bajo tierra) sí
China 1964 1996 45 (22 bajo tierra) sí
India 1974 1998 5 (bajo tierra) no
Pakistán 1998 1998 6 no

¿Firmó un tratado para erradicar las armas nucleares?

FUENTE: sepiensa.org.mx/contenidos/historia_mundo/ siglo_xx/guerra_mundial2/bombatomica/hiroynaga.htm

"Todo lo puedo en Cristo que me fortalece"

Hay una tentación continua con la cual los creyentes debemos aprender a lidiar con maestría; la tentación de creer que somos espiritualmente autónomos e independientes.

Filipenses 4:13 es el pasaje que mejor se cotiza en el ámbito de la pretendida autonomía del cristiano.
Este pasaje suele ser utilizado para enseñar un supuesto grado de independencia y de autonomía que el creyente puede experimentar CONTINUAMENTE en su vida normal y ordinaria. Pero el texto Sagrado no lo enseña en su contexto y no merece sufrir aplicación tan ruin.

En el contexto de la iglesia, (que es donde se debería desarrollar una pequeña parte de la vida del cristiano)
-exactamente donde el creyente ha sido llamado a guardar la unidad de mente y de espíritu ante un amplio abanico de pensamientos que pujan por adecuarse a la mente de Cristo,
-ahí donde el creyente es llamado a adaptarse a su función interdependiente como miembro del cuerpo que es la iglesia,
-ahí donde el cristiano debe facilitar el accionar del otro, ahí donde cada cristiano debe actuar como si los demás fueran superiores a él mismo,
-ahí donde todos deben ser sumisos unos a otros en el temor de Dios, ahí donde el Señor exige un máximo de lubricación en los engranajes para el debido funcionamiento de la iglesia en su ministerio,
-ahí donde se pide paciencia para con los demás, donde se pide que haya perdón para con los otros, y oración a favor de todos,
-ahí donde Cristo enseñó que cada uno debe estar sujeto al otro y ser un servidor que se halla pendiente y sensible a la necesidad de los demás, justamente en ese contexto en el que se demuestra la interdependencia en su máxima expresión…
-justo ahí es donde el creyente inmaduro suele ostentar con arrogancia la frase matadora: "todo lo puedo en Cristo que me fortalece".
No hay nada más lejos de la verdad que decir esto en el contexto del cuerpo de Cristo.

Es como si el cristiano hubiese santificado el orgullo que traía del mundo y dijera:

"Soy el "Fierro" e los cristiano,
y he sufrido como naides,
con mi boca no hago alardes;
soy más humilde que el pan,
soy hombre que marcha presto
y ansí solo permanece,
pues todo lo puedo en Cristo,
quien también me fortalece"

Expreso así el concepto de la vida y el concepto de Cristo que suele haber en los corazones de los cristianos siempre adolescentes. Sean cristianos de donde usted quiera, cuando adolecen de ciertas cosas no importa el folklore, son todos iguales.

La Biblia nos enseña que pensamientos como el de Fil.4:13 "todo lo puedo en Cristo que me fortalece" están completamente equivocados y fuera del contexto de la iglesia, ya que en dicho contexto se nos enseña prominentemente el modelo de una interdependencia que resulta vital para el desarrollo del cuerpo de Cristo, (de cada uno de los miembros) que es la iglesia.

Nunca se enseña a los creyentes a vivir una vida espiritualmente unilateral en el sentido de desvincularse del cuerpo que representa la iglesia. Al contrario, se le enseña a los creyentes a estar fuertemente unidos por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, a estar unidos por medio de un amor entrañable (gr. splancnon, relativo al reflejo de las entrañas, o del "sentimiento" que se siente en el "corazón" al contemplar el dolor del otro. Se usa de Cristo, quien sintió esto al ver las multitudes sin nadie que se compadeciera de ellos...)

El Nuevo Testamento está lleno de la frase "unos a otros" y dicha frase aparece en contextos tan variados que cubren todos los aspectos de la vida del cristiano dentro y fuera de la iglesia.

A los hermanos se les manda lograr en conjunto:

• No debáis a nadie nada, sino el amaros unos a otros... Ro.13:8.
• Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo. Ef.4:21-32.
• Someteos unos a otros en el temor de Dios. Ef.5:21.
• Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia; soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros. Col.3:12-13.
• La palabra de Cristo more en abundancia en vosotros, enseñándoos y exhortándoos unos a otros en toda sabiduría, cantando con gracia en vuestros corazones al Señor con salmos e himnos y cánticos espirituales. Col.3:16.
• ...que os améis unos a otros. 1°Tes.4:9.
• Por lo cual, animaos unos a otros, y edificaos unos a otros, así como lo hacéis. 1°Tes.5:11.
• Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca. He.10:24-25.
• Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por otros, para que seáis sanados. Stg.5:16.
• amaos unos a otros entrañablemente, de corazón puro... 1°Pe.1:22.
• todos, sumisos unos a otros, revestíos de humildad.1°Pe.5:5.
• Largo etc.

¿En que parte cabe, en el contexto de la iglesia, la actitud unilateral que generalmente se expresa en: "todo lo puedo en Cristo…"?
Al contrario, gran parte, sino todo el trabajo de la iglesia se basa, según la Biblia, en ministerios que consisten en la "fórmula" "unos a otros" (gr. alelon)

Algunos, acaso cegados por una egolatría religiosa sin límites, han hecho toda una teología de la autoflagelación basada en Fil.4.13, pensando que todo lo que uno sufre debe sufrirlo solo, en total secreto, en perfecto silencio, con suma discreción, y con "hombría", mientras que así pasan los días, las semanas, y los meses disimulando el dolor y la necesidad ante los hermanos, y diciendo casi con un orgullo demente que "sufrir es algo maravilloso" puesto que "todo lo puedo en Cristo que me fortalece…"

Peligrosamente, uno podría llegar al punto de auto convencerse de que la vida cristiana debe ser así, y como consecuencia vivirá así, y enseñará su teología siempre detrás de este cristal desacertado y primitivo, pero la verdad es que la cosa NO es así. Ya de largo los creyentes vienen fabricando un sincretismo en el que pululan las vetas del pensamiento sectario dentro de las mismas iglesias, y lo que es peor, los líderes a veces no enseñan bien las Escrituras porque se basan en una tradición teológica superficial, pero actualmente subyacente.
Disculpe, pero la cosa no es así. Si usted usa Filipenses 4:13 como su eslogan preferido, está interpretando mal el pasaje.

¿Cuándo, pues, se debe aplicar en nuestra vida este singular pasaje?
Para comenzar, NO mientras que usted pertenezca a una iglesia y esté rodeado de hermanos que poseen la capacidad de ministrarle y animarle. Son esos hermanos los que, por otro lado, tienen todo el derecho de saber los problemas por los que usted está pasando. Cristo "ha colocado los miembros cada uno de ellos en el cuerpo, como él quiso" ¿Qué culpa tienen los hermanos más próximos a usted que usted sea un miembro atrofiado? ¿Qué culpa tienen esos hermanos de que usted quiera funcionar como le da la regalada gana mientras esgrime inútilmente la frase "déjenme, que yo todo lo puedo en Cristo"?

Ahora bien, usted puede preferir el sufrir solo, pero no llame a ese sufrimiento "fortaleza en Cristo" llámelo por su verdadero nombre y diga lo que eso es: Orgullo, (y usted un orgulloso).
Sus hermanos tienen el derecho de saber lo que le ocurre, porque ellos necesitan ministrarle con los dones que Dios les ha dado para tal fin.
Pero si usted se calla, usted está dañando la obra de Dios, y a sus hermanos, esos mismos hermanos que usted dice que ama tanto y que por eso no les comparte sus problemas. ¡Pero mire usted! Si resulta que usted tenía tal autocompasión, que la compasión de Dios y de la iglesia estaba de más… ¿No podrá Dios tenerle más compasión de la que usted se tiene a sí mismo? ¿No podrá un hermano consolarle con la consolación con la que él ya ha sido consolado?

Pero claro, usted quizás prefiere decir al cielo con voz heroica (porque le sienta mejor al orgullo): "todo lo puedo en Cristo que me fortalece", y probablemente hasta sea capaz de soltar algunas lágrimas de cocodrilo. Quizás usted cree que tiene el derecho de hacerlo. Bien, ese "derecho" se llama: "abuso del derecho moral" y es básicamente lo mismo que Adán hizo en Edén.

Pablo, al decir "todo lo puedo en Cristo que me fortalece" se encontraba en una circunstancia que de ser pasada por alto, se cometerá el grave error de interpretar mal el pasaje en cuestión.
Pablo estaba preso, aislado del mundo, privado de los creyentes, distanciado por fuerzas mayores de quienes le hubieran podido socorrer. PABLO ESTABA SOLO.
Repito: PABLO ESTABA SOLO…SOLO…SOLO…SIN NADIE A SU LADO que compartiera su fe.

Cuando uno se encuentra en tales circunstancias, uno se da perfecta cuenta de que Cristo llega a ser todo suficiente. En tal incidente en el que predomina la soledad en todo su vigor, Cristo se encarga de demostrarnos que Él alcanza para suplir nuestras necesidades anímicas y espirituales. En momentos tan apremiantes por la falta de compañía, Cristo revela su poder y su carácter todo suficiente para que podamos atravesar esos valles oscuros.
Realmente alguien que pasa por eso valora a los hermanos cuando los tiene cerca, y valora a Cristo cuando no los tiene cerca.
Ahí donde nadie más estaba para tenderle una mano a Pablo, el Señor hizo sentir al viejo apóstol que él estaba a su lado, pudiendo prescindir así de las amistades tan añoradas en esos momentos.
Es en tales circunstancias, Y NO EN OTRAS, que un cristiano experimentará la compañía y presencia sin igual del Señor, y podrá decir (para sí mismo, y quizás alguna vez como un testimonio del pasado): "todo lo puedo en Cristo, que me fortalece".

La palabra "todo" debe entenderse en su propio contexto, es decir, como concebida dentro de los límites de la prisión. (Esto es la clave para comprender bien el pasaje, pero de hecho, no es más que interpretar el versículo de acuerdo con las más básicas leyes exegéticas: "quien habla", "a quienes habla", "por qué les habla así", "en qué circunstancias les dice estas cosas", etc.)

La frase expresa la experiencia que alguien adquirió en la plena soledad, y está dirigida, en primera instancia, hacia la persona misma, para retroalimentar su propia fe y para recordarse y animarse que cuando uno esta AISLADO, Y PRIVADO DE SU LIBERTAD Cristo es suficiente para acompañarnos en tal cautiverio.
La frase de Pablo, vista en su debido contexto, es como un pensamiento en voz alta que se desliza hasta llegar al manuscrito, no es un reflejo de autonomía, sino el relato de una experiencia adquirida en el pasado, a fuerza de soledad.
Pablo refleja en sus escritos que prefería estar fuera de la prisión, o muerto, pero si aguantaba las circunstancias de tal privación era porque sabía que volvería a tener comunión con los hermanos, y porque recuperaría la libertad.

Mire esto:
"Al otro día llegamos a Sidón; y Julio, tratando humanamente a Pablo, le permitió que fuese a los amigos, para ser atendido por ellos." Hch.27:3.

¿Quién es Julio? ¿Será Julio Boca? Julio es un soldado romano inconverso, relativamente obtuso de mente, tosco y áspero de carácter, y con poca sensibilidad sentimental. Tal era el perfil psicológico de un soldado Romano en la posición de Julio.
Era un centurión, es decir, un hombre de alto rango que tenía cien soldados Romanos a su cargo, y como si esto fuera poco pertenecía a la compañía, o división Augusta, una de las más crueles, orgullosas, e intemperantes.
Su mamá le había puesto "Julio", haciendo honor al gran Cesar. ¿Se imagina a este muchachito? Por favor imagínese a este muchacho. Más de 1,80 de altura, fornido como una heladera con freezer, ceñido con una espada corta (medio metro) de doble filo en la cintura, vestido de su gala de guerrero con su cota de malla, calzado con una sandalias que le revestían hasta la rodilla, puesto un casco distinguido con el cual pasaba los 2 mts de altura, y quizás a Julito le gustaba llevar su lanza (pilum) de 2, 30 mts. en la mano. ¿Le parece que era como uno de los soldados de "casco azul" que andan repartiendo agua y chocolates a la gente? Por favor!!!

No obstante, Julio parece ser mejor que muchos cristianos en relación a la teología, porque él demuestra con suficiente sentido común que Pablo añoraba (añoraba tremendamente) el poder reunirse y hacer contacto con sus correligionarios y por esta razón se figuró que esto era un beneficio humano, un trato humano, una muestra de sensibilidad hacia las más profundas necesidades del preso que tenía a cargo. Así, pues le dejó reunirse con sus amigos. ¿Qué le habrá dicho Pablo?

-"No Julio, no, está bien, no hace falta, no te hagas problemas, todo lo puedo en Cristo que me fortalece…me quedo acá, está bien…"
Creo que Julio le hubiera dicho:

-Mirá, tomatelá antes que me arrepienta, ¡Rajá de acá rata!

Los únicos que suelen pensar en el sentido inverso a Julio son los creyentes. Seguramente Pablo, después que se fue del puerto se sentía incómodo de estar acompañado de los amigos, y les dijo: "está bien, no hace falta que estén acá perdiendo el tiempo conmigo, vayan a hacer sus cosas porque yo, yo…todo lo puedo en Cristo que me fortalece"
¿Qué le parece?

Pero mire esto otro:

"Cuando llegamos a Roma, el centurión entregó los presos al prefecto militar, pero a Pablo se le permitió vivir aparte, con un soldado que le custodiase." Hch.28:16.

Claro está, Pablo era un tipo que tenía mucha palanca en el gobierno Romano, y por eso consiguió tal beneficio… ¿le parece?

Mire, si hay algo que acá se ve claro es que Dios inclinaba todo su favor hacia Pablo, y le concedía en forma sobrenatural el beneficio de poder vivir en una casa particular para no volver a sufrir la reclusión, y verse privado de la compañía de sus hermanos. Para lo que es el precio de ser un Apóstol esto era un sacrificio menor (era una especie de detención domiciliaria hasta que llegara el momento en que el imputado debía comparecer ante el tribunal de justicia Romano).

Pablo siempre ministraba, estando dentro o fuera de la cárcel predicaba, y engendró varios hijos espirituales en la prisión. El hecho de estar preso no detenía la predicación, él mismo lo dijo: "la Palabra de Dios no está presa", pero ese no es el punto, el punto es que Pablo, como cualquier otro ser humano normal, hubiera preferido estar libre, y disponer plenamente del uso de sus derechos y de todas sus facultades. El ser humano está hecho para ser libre, el cristiano, mucho más.
Estando en esa misma "posada", Pablo se queja en una conversación diciendo:

"por esta causa os he llamado para veros y hablaros; porque por la esperanza de Israel estoy sujeto con esta cadena." Hch.28:19.

Tuvo que mandarlos a llamar porque no se le permitía salir de la casa, y se queja de la cadena que lo unía al guardia Romano. Se nos dice que así vivió dos años, dos años que fueron mejores que vivir en la prisión, pero que no eran en absoluto, ni en parte, lo que él quería. No obstante tenía a los hermanos a discreción, y ya no le vemos decir "todo lo puedo en Cristo que me fortalece", pues hacía una vida casi normal.

Esta vez Pablo había sido eximido de ministrar al alto costo de hacerlo en la prisión. Pablo recibió el beneficio de una "casi libertad" para provecho personal, provecho que tiene que ver con las comodidades para la vida y con las necesidades de interrelacionarse socialmente.
Aislar socialmente a una persona es matar una gran parte de ella ¿por qué cree que se inventó la reclusión perpetua como pena judicial?

Al fin y al cabo los creyentes no buscan otra cosa que un mundo en el cual puedan relacionarse con el prójimo en una forma perfecta. Los creyentes son seres humanos sociales, que al ser aislados del mundo sufren la separación física, aunque Cristo les baste en tales circunstancias.

Pablo, como Pedro sufrieron el tener que estar confinados en cadenas, impedidos de la soberanía de sus voluntades, aislados del mundo social y de sus amistades, encerrados en pozos llenos de ratas, a oscuras, tras rejas de hierro, sin otra persona con la cual hablar que con un Cristo invisible al ojo humano. La soledad es algo tan peligroso para las personas que la Biblia nos muestra como Dios ha roto ciertas leyes naturales para dar aliento a algunos de sus hijos.
Pedro fue visitado por un ángel en la prisión, Daniel también, Pablo fue visitado por el Señor cuando la tripulación del barco había perdido la esperanza de sobrevivir por haber quedado aislada en el mar, a la deriva…

Uno puede saber en esos momentos que Cristo es el todo de uno, y que cuando nadie ha quedado, el Señor es suficiente, pero sin dudas uno preferiría estar acompañado (excepto que su gran “espiritualidad” le haya atrofiado la razón).
Cuando los cristianos despliegan la Biblia y fanfarronean ante sus propios hermanos con Fil.4:13, es como si escupieran el rostro de Cristo y le dijeran "no te necesito". Los cristianos son la "faz" de Jesucristo, la imagen visible del cuerpo ausente del Maestro que está entronizado en los cielos y que ha dejado aquí sus representantes o embajadores. Esto cristianos "autónomos" solo demuestran una exacerbada furia que recuerda a la del Diablo ostentando una autonomía de vida que es ilusoria fuera de Dios.

Digo más: ¿Por qué los que citan Fil.4:13 no citan también el versículo 14, estando este en el mismo contexto, y debiéndose leer también junto con el versículo 13?

Cito ambos versículos:
"Todo lo puedo en Cristo que me fortalece, sin embargo, bien hicisteis en participar conmigo en mi tribulación" Fil.4:13-14.

¿Leyó la inflexión "sin embargo"?
¿Sabe que estas inflexiones son determinantes en pasajes como estos?

Si se leen los dos versículos juntos (como debería ser) la cosa cambia drásticamente. La articulación "sin embargo" es un condicionante de lo que se está diciendo, y señala que la idea no se ha completado en su totalidad hasta haber terminado la frase.
Leer el Filipenses 4:13 sin el versículo 14 no tiene ningún sentido, y es un error grave de exégesis gramatical, y sintáctica.

Realmente, si se estudia bien el contexto, se verá que Pablo está enseñando lo contrario de lo que se pretende decir solo con el v.13. Aquí el énfasis está en el v.14, no en el v.13. Aquí se habla del valor de la interdependencia no del valor de la independencia. Queda presupuesto que la supervivencia espiritual del cristiano que ha sido aislado por la fuerza está asegurada por Cristo, y esto no tiene nada de extraordinario, al contrario, es normal. Lo extraordinario es que "sin embargo", es decir, no obstante que Cristo es suficiente en esas penosas circunstancias, los creyentes hacen lo imposible para suplir la necesidad física y anímica del hermano que está aislado en tal circunstancia.

¿Qué tendrá que ver que un creyente, viviendo una vida normal, rodeado de sus hermanos, diga "todo lo puedo en cristo que me fortalece"? No tiene nada que ver con lo que Pablo quiso decir.

El error es más que el hecho de decir con fervor "todo lo puedo en Cristo que me fortalece". El error está en que el creyente va adoptando una actitud incorrecta ante Dios, ante sus hermanos, y ante el prójimo.

En el pasaje en cuestión, Pablo parece decir en su totalidad:
"Hermanos, bien hicisteis en participar conmigo en mi tribulación, gracias por haberos acordado de mí en mis prisiones, gracias por haber enviado a Epafrodito, gracias por el presente, una y mil veces gracias por este gesto inefable que ha confortado mi corazón. Mientras que estoy solo Cristo me es suficiente, sin embargo, que bien hicisteis en participar conmigo en mi tribulación…os tengo en mi corazón y en mis prisiones...espero veros…creo que pronto os seré concedido…no os olvidéis de mis prisiones…ustedes me enviaron una y otra vez para mis necesidades…gracias…"

Sí, Pablo estaba gozoso de la contención que Cristo le daba en la soledad, y de ser necesario estar mucho tiempo en esas circunstancias le hubiéramos escuchado decir lo mismo: "Cristo me es suficiente una y otra vez", pero es innegable que Pablo estaba tremendamente feliz por el consuelo que le significaba el ver a los hermanos, y los halaga por la iniciativa que habían tomado.

Con esta muestra de amor Pablo sabía que al fin y al cabo no había trabajado en vano, Cristo era verdad, esto se notaba por medio de las acciones de los pequeños cristos que él había ayudado a formar.

Piense en esto: ¿Al salir Pablo de prisión lo vemos decir "todo lo puedo en Cristo que me fortalece"? La respuesta que arrojan sus propias epístolas es NO. Por el contrario, lo vemos fortalecerse en medio de los hermanos. ¿Por qué? Porque la iglesia es el cuerpo de Cristo. La iglesia es Cristo mismo caminando entre nosotros, alentándonos, hablándonos, amándonos, exhortándonos, fortaleciéndonos, sustentándonos.

El tomar versículos fuera de sus contextos siempre trae malas consecuencias, especialmente cuando el tema se presta a una interpretación que parece alentar esa predisposición mundana de ser autónomos, independientes, y auto existentes.

De acuerdo con la enseñanza que se quiere dar en todo el contexto, el pasaje de Fil.4:13 no debería ser aplicado en nuestras vidas en circunstancias "normales" digamos, porque esto lleva poco a poco a fricciones, desencantos, confusiones, retrasos, malos entendidos, dificultades en las relaciones sociales y eclesiásticas, y a veces a una descarada egolatría.

Solo en aquellos momentos en que no tengamos a nadie más que a Cristo sabremos lo que significa: "todo lo puedo en Cristo, quien me fortalece." Hasta tanto, nuestra labor es ser interdependientes, no independientes.

Orgullo que provoca lágrimas

Muchos libros poseen la particularidad de omitir ciertos capítulos oscuros de una vida humana, y de exaltar otros más dignos de encomio.
Los anaqueles que hay por todo el mundo son y serán una antología fiel de este repetido fenómeno.
Pero la Biblia es el único libro que no quiere seguir esta filosofía de indultos y alabanzas inapropiadas cuando describe a las personas. Esto se debe, sencillamente, a que su Autor es Veraz. La honestidad de Dios posee una militancia de buen cuño en el campo de la objetividad; bástenos con observar su opinión de todas sus criaturas.

La Biblia es un libro exento de cualquier parcialidad en la descripción de las personas, quienesquiera que estas sean.

Así, pues, uno debería entender que cuando en ella se retrata la historia de algún personaje, por bueno o malo que este nos parezca a simple vista, la Biblia es la que en realidad se encargará de mostrar fiel, parejamente, y sin abusos, sus virtudes y sus errores.
Pero hay que tener mucho cuidado, debido a que el leer la Biblia superficialmente puede proveer un panorama falso en el sentido de que las intenciones de fondo de dichos personajes pueden permanecer ignoradas y subyacentes.

Este desliz interpretativo (o error hermenéutico), suele ocurrir también con cualquier otro libro de texto al que no se le presta mayor atención en su lectura. Se trate del Quijote de Cervantes, del memorioso Funes de Borges, del Cruz o Fierro de Hernández, o del Pablo histórico de la Biblia, todos deben ser entendidos dentro de los contextos en que sus autores originales nos los presentaron.

De modo que al leer un cierto y determinado pasaje del texto Sagrado debe haber un menesteroso deseo de hacer un análisis completo y honesto, cuidando de dar preferencia a lo que el Espíritu nos pueda enseñar y/o modificar en nuestros preconceptos.
El extenuante trabajo de agotar todos los recursos posibles, (incluso, hasta donde sea viable, en los idiomas originales) no será en vano si usted se predispone a conocer las cosas con pleno ejercicio de las facultades de su mente y de su conciencia.
Usted debería hacer esto porque sencillamente Dios no se encargará de hacerlo por usted.
La Revelación, Iluminación, y preservación de las Escrituras corresponden plenamente a Dios, la exégesis; a sus hijos.

El pasaje propuesto para este análisis será harto sabido.

Es uno de esos textos bíblicos muy predilectos por las masas, uno de esos pasajes que se han convertido en lema proverbial de los que persiguen una vida piadosa, uno de esos párrafos que se recomiendan a viva voz entre los cristianos.

Sendas dedicatorias humedecidas con lágrimas van acompañadas con mucha efusividad de él. Multitudes de cartas (pienso que montañas) podrían cosecharse si se juntaran todas aquellas hojas de correspondencia cristiana que llevan rubricado este pasaje para infundir fe, ánimo, valor, y devoción por Jesucristo en esos momentos tan difíciles de la vida.
Los comentaristas bíblicos han hecho de este pasaje todo un himno de alabanza de la fe cristiana, y lo han declarado como uno de los puntos de mayor éxtasis en la vida Apostólica de Pablo.
Los predicadores creen que este es uno de esos pasajes en los que existe una fuente de poder inagotable que fluye para alimentar la fe de las congregaciones.
Los que se hallan en el campo misionero lo levantan como el estandarte de la fe victoriosa en su lucha contra el sufrimiento y el desánimo.
Padres, madres, e hijos, y un sin fin de personas de toda suerte de características, épocas, culturas, y de las más lejanas latitudes del mundo han avivado candorosamente sus espíritus en momentos de crisis, y de persecución con él.
No hay un creyente que al pasar por ese lugar de la Biblia no se haya detenido sin cierta admiración.
Con todo, el famoso pasaje nunca ha enseñado lo que se supone que enseña…

Helo aquí:

"Entonces Pablo respondió: ¿Qué hacéis llorando y quebrantándome el corazón? Porque yo estoy dispuesto no sólo a ser atado, mas aun a morir en Jerusalén por el nombre del Señor Jesús." Hch.21:13.

No se apresure a elogiar a Pablo por esta hambrienta declaración, no sea que él esté equivocado en su exacerbada apreciación, y usted incurra en un error al hacerse eco del Apóstol.

La generalidad de los cristianos tenemos una mente en pleno proceso de renovación espiritual. A esta clase de mentalidad todavía algo incierta e indefinida en muchos sentidos, le sienta bien el ideal del heroísmo.
En contraste con esto, los cristianos en proceso escapamos a la idea de hacer un protagonismo lánguido, impopular y apocado como cristianos (como lo fue casualmente el mudo protagonismo de Jesucristo en sus momentos más decisivos sobre la tierra…)
Nos gusta el ÉXITO, clara está, el “éxito espiritual”…

Por más que nos pese, la verdad es que la idea de hacer un papel heroico siempre nos es preferible a la de hacer un papel en el que se uno pasa inadvertido, con un perfil bajo.
Tal como este último, repito, era el papel de Cristo en la cúspide de sus mayores sufrimientos y angustias. Desde el punto de vista de los hombres y de la mayoría de los creyentes, en los momentos clave de su vida y ministerio Él fue visto como un rotundo fracaso.

Fue precisamente por la presión social en aquellas adversas circunstancias que hasta sus propios discípulos lo abandonaron por completo, y no regresaron, (y de no haber sido porque él los fue a buscar nuevamente nunca hubieran vuelto.)

Es muy lógico que en consonancia con esta clase de mentalidad frívola y pueril, la mayor parte de los cristianos adoptemos esta clase de textos de pelo en pecho con cierta predilección. Parece ser que todo personaje que luzca una gran valía (preferentemente "espiritual") será bien recibido en nuestras mentes "cristianas" elitistas.

Pero quienes han asumido que en este pasaje (Hch.21:13.) se exhibe la fe en su más puro estado, y en su máxima expresión, han ignorado todo su contexto, y las enseñanzas esenciales del cristianismo: la plena sumisión, en amor.
Fuera de su contexto, (como usualmente se lo enseña), Hch.21:13, es uno de esos pasajes que se parecen mucho a las frases vigorosas de los hombres rudos y valientes. Hombres que a la sazón de su propia fuerza han hecho hazañas impresionantes en virtud de un gran despliegue de fuerza natural.

Tomado en forma aislada, es decir, amputado de su cuerpo contextual, este pasaje parece ser el mejor candidato para llenar las opulentas despensas del orgulloso corazón inmaduro.
De seguro que entre los candidatos que se postulan al mejor versículo lema también estará Fil.4:13, ("todo lo puedo en Cristo que me fortalece") al cual ya hemos tratado de reivindicar en su propio contexto.

Adentrémonos en los detalles pertinentes a esta historia para poder comprender bien que es lo que hay realmente en la afamada declaración de Pablo.

Las instancias que envuelven a Pablo en esta declaración son lo que aquí verdaderamente debería importar, y no necesariamente su frase cargada de adrenalina y heroicidad, porque la efusiva declaración es una mera consecuencia superficial, y no una causa en sí misma como para darle tanta trascendencia como se le acostumbra a dar.

Pablo viene de regreso de su tercera gira mundial.
Mirando los hechos y los mapas, este habría sido un viaje que entre paradas, contratiempos y disgustos habría durado no menos de cinco años, con un recorrido de alrededor de cinco mil kms en total, pasando por unas veinte ciudades importantes del mundo entonces conocido en las que tuvo que aprender a convivir entre muchos idiomas, costumbres, y culturas diferentes.

Pablo regresaba, no sin cierta evidente ansiedad, en dirección a su antigua tierra, Israel. Mostraba deseos de que Dios le pusiera un broche de oro a todo el itinerario que tenía programado.
Aunque el creyente es un peregrino en este mundo esto no contraviene el hecho de que suela frecuentar ciertos lugares en lo que se siente más de entre casa que en otros, y Pablo no escapa fácilmente a esto.

Antes de encaminarse hacia los últimos puertos había tenido una despedida formal con los pastores de Efeso cuyo discurso está registrado palabra por palabra en Hch.20:18-35. Un final melancólico cierra ese capítulo en forma dramática con "gran llanto".

En el capítulo 21 del libro de los "Hechos de los Apóstoles" (y no tan solo los "Hechos del Espíritu Santo", como comúnmente se sugiere con ingenua parcialidad), el escritor inspirado comienza a dar una serie de datos curiosos sobre los sucesos que fueron acaeciendo no tan solo a Pablo, sino también al grupo que le acompañaba.

"Después de separarnos de ellos, (de aquellos de quienes se había despedido sensiblemente en Mileto) zarpamos y fuimos con rumbo directo a Cos, y al día siguiente a Rodas, y de allí a Pátara. Y hallando un barco que pasaba a Fenicia, nos embarcamos, y zarpamos. Al avistar Chipre, dejándola a mano izquierda, navegamos a Siria, y arribamos a Tiro, porque el barco había de descargar allí. Y hallados los discípulos, nos quedamos allí siete días; y ellos decían a Pablo por el Espíritu, que no subiese a Jerusalén."
Fue en la antigua ciudad portuaria de Tiro que el barco en el que viajaban terminó su recorrido comercial.
Pablo y sus colaboradores desembarcaron y hallaron a los discípulos con los que posaron una semana entera.

Fue en este lugar que Pablo recibió la primera desaprobación a sus deseos de ir a Jerusalén:

"los discípulos… decían a Pablo por el Espíritu, que no subiese a Jerusalén."

Siempre parece ser poco el énfasis que se pueda poner sobre el hecho de que los discípulos hablaron a Pablo siendo influenciados directamente por el Espíritu Santo, porque desde aquí en adelante queda establecida una dicotomía de opiniones encontradas en las que no puede haber sino un lado correcto.

Desde el punto de vista de creyentes guiados por el Espíritu, Pablo no debía avanzar más hacia Jerusalén, pero los días pasaban y evidentemente Pablo se perfilaba, (por sus actitudes, y acciones) a continuar con su viaje, no atendiendo a la voz de aquellos novatos, pero bien capaces discípulos de Cristo.

Pablo era un hombre de reconocida reputación espiritual y es por esto que no se entiende por qué no prestó oído a la amonestación contra continuar su viaje a Jerusalén, aunque la reconvención procedía de Dios.

¿Cómo el Apóstol Pablo, aquel que estuvo en el tercer cielo viendo cosas inefables, no tuvo discernimiento espiritual?
¿Cómo este creyente que una vez huyera de la ciudad de los damascenos, gracias al auxilio de los discípulos, ahora se negaba a recibir ayuda de ellos?
¿Cómo es que simples discípulos son capaces de advertir un gran peligro para Pablo y este no da crédito a sus palabras?
¿Cuál es la razón por la cual los discípulos no fueron dignos de ser escuchados por el gran Apóstol? ¿Será porque se trataba de simples discípulos interponiéndose en el fin del tercer gran viaje de Pablo? ¿Acaso no tenían el mismo Espíritu que él? ¿Acaso el Espíritu que estaba moviendo a los discípulos no era el mismo que moraba en Pablo? ¿Acaso el Espíritu Santo no podía traer convicción sobre el Apóstol en consonancia con lo que los discípulos "le hablaban por el Espíritu"…?

La palabra que se usa para designar a estos creyentes es "discípulos" (gr. mathetes). Discípulo viene a ser literalmente un "aprendiz", y por esto viene a ser uno que sigue la enseñanza de otro que, por contraste, viene a ser su maestro (gr. didaskalos).

W.E.Vine dice que "un discípulo no es meramente uno que aprende sino un partidario; de ahí que se les mencione como imitadores de su maestro"

Entiéndase que es perfectamente correcto decir que estos podían ser considerados discípulos en contraste con el maestro Pablo.
Para ser más claro, entre Pablo y los discípulos debería haber habido una relación respectivamente equilibrada entre un hombre aplomado, y algunos discípulos presumiblemente irreflexivos, un contrapeso entre la experiencia y la inhabilidad, un balance entre una gran aptitud y una adolescente incapacidad, una compensación entre una madurez asentada y un espíritu ingenuo y jovial, una proporcionada tasa entre una veterana humildad y una novata insensatez, pero ¡quien diría! todo era al revés…

La frase traducida "ellos decían por el Espíritu" (elegon dia tou Pneumatos) no podría diferir más de una frase hipotética inexistente: "ellos dijeron por el Espíritu".

Es difícil creer, por lo que se puede interpretar, que este fuera un comentario aislado, tímido y cándido que solo se hizo de pasada en una oportunidad.
Este asunto vino a ser un problema urticante que quedó flotando en la atmósfera de ellos durante toda esa semana.

En ese ambiente Pablo pasó con esos discípulos siete días, no un par de horas. Convivió con ellos toda una larga semana en Tiro. Creer que este tema no volvió a salir a la luz durante sus conversaciones, ya sea de palabra, de gesto o de hecho, es una completa ingenuidad.

Esos días en Tiro tocaron su fin, y ocurrió que:
"Cumplidos aquellos días, salimos, acompañándonos todos, con sus mujeres e hijos, hasta fuera de la ciudad; y puestos de rodillas en la playa, oramos. Y abrazándonos los unos a los otros, subimos al barco y ellos se volvieron a sus casas."

A la luz de estos versículos, difícilmente se puede juzgar con la conciencia tranquila que los discípulos se volvieron gozosos y felices a sus casas con sus familias.
Siguiendo cierta lógica se hace muy evidente que volvieron sin paz y desanimados en cuanto a la determinación de Pablo. De otra manera Dios sería un mentiroso.

Esta actitud tan controvertida en la que un simple discípulo es guiando por Dios, y un viejo Apóstol no quiere serlo, da lugar al Adversario para que se siembre una gran confusión en la mente y en el corazón de los hermanos.
Algún discípulo podría haber dicho con toda honestidad:

-"Yo no entiendo cómo Dios nos muestra a nosotros una cosa, y a Pablo le demuestra otra. Será que Dios utiliza ciertas leyes especiales en el trato con él, y otras leyes más básicas en el trato con nosotros, la verdad que no entiendo…"

En el carácter de un cristiano espiritualmente regular, las actitudes y acciones de Pablo suponían un extraño comportamiento.

Cuando nos desencaminamos, hasta los discípulos más sencillos pueden advertir nuestros dudosos procederes. Mientras tanto, Pablo ya se había embarcado en hacer lo suyo.

Prosigue Lucas:
Y nosotros completamos la navegación, saliendo de Tiro y arribando a Tolemaida; y habiendo saludado a los hermanos, nos quedamos con ellos un día.

Pablo aún no reconsidera en su mente volverse sobre sus pasos, esto se nota por el hecho de que sigue fijamente el plan que tiene trazado de acuerdo con su propio parecer. No obstante, es predecible que Dios no lo abandonará a la futilidad de sus pensamientos:
Al otro día, saliendo Pablo y los que con él estábamos, fuimos a Cesarea; y entrando en casa de Felipe el evangelista, que era uno de los siete, posamos con él. Este tenía cuatro hijas doncellas que profetizaban.

Se asume, por las mismas enseñanzas y leyes espirituales que se leen en las epístolas de Pablo, que él ya no paladeaba el gozo y la paz de Dios. Por regla general, sensible como lo era a la voz del Espíritu Santo, una creciente inseguridad marchaba en proporción al progreso de su viaje.

Frente al experimentado Felipe, (aquel que fuera Divinamente tele transportado con fines evangelísticos) al igual que ante sus cuatro hijas, señoritas profetizas, la situación parece haber quedado extrañamente soslayada por el Apóstol.

Una persona con el don de profecía es una persona que posee la habilidad de edificar, y exhortar a otros utilizando como única herramienta la Palabra de Dios. En el contexto tiempo - espacio en el que se encontraban nuestros protagonistas, una sola persona como las hijas de Felipe hubiera sido plenamente capaz y suficiente para exponerle claramente a Pablo la voluntad perfecta de Dios para con él, en contraste con lo que él estaba haciendo. Sin embargo, no se nos dice que esto haya ocurrido, y es presumible que esto no sucediera debido a que si Pablo no había reparado en la palabra de discípulos del género masculino, menos lo haría con los del género femenino, aunque fueran profetizas, hijas de Felipe, el diácono evangelista. El hombre que no anda en el Espíritu tiende a menospreciar la opinión de las mujeres.

Lo que Pablo necesitaba, en el mejor de los casos, era escuchar las mismas cosas de alguien con cierta autoridad, y si fuera posible, de confianza. Digamos, de un profeta amigo.

Esto fue lo que ocurrió:
Y permaneciendo nosotros allí algunos días, (en la casa de Felipe) descendió de Judea un profeta llamado Agabo, quien viniendo a vernos, tomó el cinto de Pablo, y atándose los pies y las manos, dijo: Esto dice el Espíritu Santo: Así atarán los judíos en Jerusalén al varón de quien es este cinto, y le entregarán en manos de los gentiles.

Hay cosas sobre las cuales es necesario llamar la atención del lector:

1-descendió de Judea un profeta: el profeta se movió desde no poca distancia para hacer un llamado de atención Divino. Agabo estaba siguiendo el modelo clásico, al mejor estilo del A.T.
2-quien viniendo a vernos: no es que Agabo estaba de paso por allí, vino con el expreso propósito y comisión Divina de verlos a ellos, más precisamente a Pablo.
3-tomó el cinto de Pablo, y atándose los pies y las manos, dijo: Esto dice el Espíritu Santo: El ministerio del profeta generalmente era de carácter preventivo, porque se anticipaba a los hechos antes de que estos fueran consumados por los hombres, y tuvieran que pagar las consecuencias de la desobediencia a la voluntad Divina. El A.T. abunda en ejemplos de esta cíclica historia, y la Biblia misma es toda una advertencia a priori del funesto fin de los desobedientes.
El profeta estaba perfectamente actualizado con el curso de la revelación Divina. Habló en nombre del "Espíritu Santo", y no de Jehová de los ejércitos.

En el A.T. se dice claramente:
"Si el profeta hablare en nombre de Jehová, y no se cumpliere lo que dijo, ni aconteciere, es palabra que Jehová no ha hablado; con presunción la habló el tal profeta; no tengas temor de él." Dt.18:22.

Pablo conocía esta norma básica de prudencia. Pablo también sabía que aunque este principio era veterotestamentario, se hallaba en pleno vigor, debido a que la naturaleza transitoria del momento histórico que se estaba desarrollando, permitía que los profetas trajeran la viva revelación Divina a voz en cuello.

Pero hay otras verdades no menos dignas de ser recordadas:
1-Pablo conocía a Agabo desde mucho tiempo atrás.
2-Pablo había colaborado con Agabo en relación a su ministerio profético.
3-Pablo había visto el cumplimiento de otras profecías de Agabo con sus propios ojos. (Vea Hch.11:28-30.)

Estos hechos eran ineludibles, y para Pablo, negarlos hubiera sido negar al cristianismo y a sí mismo.

Imagine la expresión de Pablo en esos momentos, pero mejor imagínese esto:

"Al oír esto, le rogamos nosotros y los de aquel lugar, que no subiese a Jerusalén."

En toda la basta extensión del libro de los Hechos, nunca, repito, nunca, Lucas se hizo tan carne de su relato.
Lucas le suplicó a su amigo Pablo que ya no continuara en su viaje, y como él muchos más se unieron en la protesta.

Es extraño, y por más que uno piensa es difícil imaginarse a Pablo en presunción de arrogancia, pero en fin, toda esta suerte de cosas es plenamente posible si recordamos que estamos tratando con seres humanos.

Hay quienes, en estas circunstancias, hubieran gustado consultar una encuesta, (a mí, por ejemplo) porque un llamado de atención a la razón suele atisbar el sentido común en situaciones en las que la incoherencia religiosa y el fanatismo parecen descollantes.
Como dicha encuesta es factible la haremos:
Encuesta hecha a los amigos de Pablo.
Tema: ¿Qué haría usted en la situación de Pablo?

Características del universo examinado:
a- Tres grupos de personas (alrededor de 15 individuos. Hch.21:4, 8, 12.)
b- Amigos de Pablo.
c- Creyentes.
d- En su mayoría moralmente maduros, con un elevado grado de discernimiento espiritual.
e- Demuestran un conocimiento relativamente amplio de las circunstancias que se estaban viviendo.
Pregunta:
¿Qué haría usted en la situación de Pablo?


Opciones posibles:
1-Desistiría de continuar el viaje a Jerusalén__________100%
2-No desistiría de continuar el viaje a Jerusalén________ 0%
3-No sabe, No contesta. ____________________________ 0%

Resultados de la encuesta: El 100% de las personas encuestadas desistirían de seguir el viaje a Jerusalén, ninguna no sabe, ninguna omite una contestación.

Nota: En la encuesta no se incluyen las personas de la Divina trinidad, ni la del profeta Agabo las cuales personas eran de idéntico parecer respecto a esto. Esta omisión no modificaría el resultado anterior, al contrario, lo confirmaría aún más.

Habiendo todos dado su opinión, ahora nos resta oír lo que contestó Pablo:

"Entonces Pablo respondió: ¿Qué hacéis llorando y quebrantándome el corazón? Porque yo estoy dispuesto no sólo a ser atado, más aun a morir en Jerusalén por el nombre del Señor Jesús."

Pablo va en contra de todos los indicadores:
Ni el sentido común, ni las encuestas, ni las exhortaciones, ni la voluntad Divina, ni su propio testimonio, ni la acción en perjuicio de la obra de Dios, ni ninguna otra cosa es un argumento suficientemente fuerte como para lograr un contrapeso en la determinación de Pablo.
Pablo no posee ninguna razón de buen criterio de su lado en esta decisión.

En realidad la declaración es menos valerosa y más soberbia, y deja entrever que Pablo no entiende o no quiere entender ciertas cosas:

1-Que de momento no se le solicitaba tal arrojo ni sacrificio de su parte por la obra del Señor.
2-Que no estaba entrando en juego el amor ni la fe que el profesaba en Jesucristo al pedírsele que se volviera atrás en sus pasos.
3-Que la voluntad perfecta de Dios apuntaba negativamente al hecho de que él subiera a Jerusalén en esta oportunidad.

La declaración de Pablo posee un contenido altamente estimulante y hormonal, pero no espiritual, ya que en verdad Pablo muestra otras cosas:

Un Reproche desubicado, ya que sus amigos no querían acceder a sus pretensiones personales. Por regla general Pablo siempre evitaba regañar a los cristianos sinvergüenzas que le habían provocado muchas lágrimas, no obstante, a su más fiel y espiritual grupo de amigos les recrimina lo irreprochable.
Autoritarismo, ya que con un manto de piedad Pablo pretende ocultar su despótico capricho de líder, obligando a todos a seguirle hasta la misma muerte.
Egoísmo, debido a que no muestra sensibilidad alguna para con los sentimientos ni intereses de los demás hermanos.
Rebelión, porque no acata ni respeta al profeta de Dios, ni al Dios del profeta.
¿Para qué seguir con la lista, si sería seguir describiendo nuestro propio carácter bien conocido?
Pablo alega en su declaración, con un tono que no es privativo de las "estrellas", que él está dispuesto "no solo a ser atado, más aún a morir por el Señor…"
No se trata de determinar a cuánto Pablo estaba dispuesto, se trata simplemente de que Dios NO quería que Pablo fuera a Jerusalén, y punto. Dios tenía razones reveladas a Pablo posteriormente a su desobediencia:

"Y me aconteció, vuelto a Jerusalén, que orando en el templo me sobrevino un éxtasis. Y le vi que me decía: Date prisa, y sal prontamente de Jerusalén; porque no recibirán tu testimonio acerca de mí." Hch.22:17-18.

Pablo no necesitaba saber el porqué del NO Divino. Pablo, al igual que usted y yo, solo necesitaba saber que es lo que Dios espera de nosotros y simplemente obedecerlo.

Pero si alguien quiere discutir esta actitud de mártir como un punto a favor de Pablo, se verá que esta es falsa y desubicada. ¿O usted cree que si los cristianos que estaban con Pablo hubieran tenido que dar la vida por Cristo hubieran retrocedido?

En este sentido Lucas (y otros) le podrían haber dicho a Pablo:

-¿Te pensás que vos solo estarías dispuesto a ser atado y a morir por Cristo si fuera necesario? ¿Te pensás que nosotros no? De hecho ¿Vos te creés que nosotros no estamos arriesgando la vida mientras andamos con vos de acá para allá?

Pablo tendría que haber reconocido:
-Tenés razón, discúlpenme…

Lo cierto es que la frase matadora de Pablo, el versículo lema de los muchos, la prístina y arquetípica declaración de fe… se vino a bajo, porque tal presunción no es bíblicamente sustentable.

Probablemente esta sea una de las peores declaraciones de Pablo que hayan quedado registradas en la Biblia.
Seguramente, de todas las que están registradas en la Biblia, esta sea la declaración más desubicada que Pablo haya hecho.
Difícilmente se encuentre en el N.T. otra declaración tan contradictoria a la enseñanza de un mismo Apóstol.
De cierto, es difícil conciliar esta declaración con otras hechas por el mismo Pablo:

"No seáis tropiezo ni a judíos, ni a gentiles, ni a la iglesia de Dios; como también yo en todas las cosas agrado a todos, no procurando mi propio beneficio, sino el de muchos, para que sean salvos. Sed imitadores de mi como yo lo soy de Cristo." 1ªCo.10:32-11:1.

"Lo que aprendisteis y recibisteis y oísteis y visteis en mí, esto haced; y el Dios de paz estará con vosotros. " Fil.4:9.
En todo lo que Pablo hizo se debe discernir que es lo que está bien, y que es lo que está mal. La Biblia lo demuestra si se toman los recaudos necesarios en su estudio.
En esto la Biblia se demuestra única, en la manera tan imparcial en la que describe a sus protagonistas.

Ahora bien, ¿qué refleja de bueno el pasaje? ¿Qué gran honorabilidad hay detrás de aquel que presume con estas palabras? (me refiero a Hch.21.13.) Contesto que nada.
El pasaje tan afamado suena bien, pero es hueco.

Lo verdaderamente bueno está por verse:

Si hay algo digno de resaltar en estos pasajes, no es ni será jamás el afamado versículo 13, sino, por el contrario, el posterior versículo 14:

"Como no le pudimos persuadir, desistimos, diciendo: Hágase la voluntad del Señor."
Los creyentes no dejaron las cosas en las manos de Dios hasta haber estado seguros de que todo lo humanamente posible había sido hecho. A su debido tiempo es lícito decir "que sea lo que Dios quiera."

La palabra persuadir (gr. peitho) habla de la acción de prevalecer "induciendo un cambio de manera de pensar mediante la influencia de la razón o de consideraciones morales" (W.E.Vine)

Los hermanos utilizaron legítimamente los poderes de los argumentos para tratar de hacer reflexionar a Pablo.
En esa discusión quedan implicadas las obvias razones lógicas de no continuar con el viaje (el peligro latente de que Pablo sería capturado y entregado a los gentiles) como así también las consideraciones morales que alimentaban dichas razones (Pablo tenía la responsabilidad de responder sumisamente a los designios de su Amo).

Mientras que los hermanos actuaron limpiamente, Pablo, en cambio, apeló ilegítimamente a la autoridad que le había sido dada, (según él "para edificación, y no para destrucción") e hizo caso omiso de todos.

Mientras que Lucas infiere que Pablo no se dejó persuadir, él y los demás hermanos actuaron de otro modo: siguieron a Pablo en una completa sumisión, en amor.

Lo que aquí se señala como virtuoso no es la apatía y el no conformismo de Pablo, sino la profunda sensibilidad de los hermanos que estaban junto a él.
Pablo fue un hombre privilegiado, en los amigos que tuvo.

¿Quién está preparado para actuar como lo hizo Lucas en casos como el de Pablo?

Este grupo de hermanos se retrajo voluntariamente bajo la autoridad de Pablo, sin una obligación moral que les ligara más hacia él. Lo siguieron, no porque Pablo hubiera logrado convencerles de tener un plan mejor que el de Dios, sino porque ellos preferían estar junto a él para sostenerlo en su caída.

¡Esta actitud, y no otra, es lo aquí loable!
Este amor, y ninguna intemperancia, es lo que merece ser destacado. "Desistimos" dice Lucas, significando que finalmente guardaron silencio (gr. jesucazo).
Cuando uno ama, desiste de luchar…y aguarda en un silencioso torrente de amor.

En los versículos posteriores, se dice que muchos acompañaron a Pablo a Jerusalén.
Pero no debería sorprendernos que el Apóstol, utilizando criterios muy equivocados y cuestionables en la famosa y gran ciudad (donde acababa de ostentar ante los boquiabiertos apóstoles "todo lo que Dios había hecho entre los gentiles por medio de su ministerio") se enredara tontamente en problemas buscados, y que apenas escapándose de la muerte quedara preso, "en manos de los gentiles."
Aunque Pablo fuera utilizado grandemente por Dios en las posteriores prisiones, esto solo pone de manifiesto ese gran amor que el Señor tiene por los suyos.
El hecho de que Dios posea un poder tal que le permita sacar provecho aún de nuestras desobediencias no nos justifica para pecar.

Él mismo pone una nota clara sobre todo esto que debería permanecer en nuestra más alta estima:

-"Si me amáis, guardad mis mandamientos."Jn.14:15.
-"El que me ama, mi Palabra guardará…"Jn.14:23.
-"¿Se complace Jehová tanto en los holocaustos y víctimas, como en que se obedezca a las palabras de Jehová? Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los carneros."1ªSam.15:22.

Independientemente de la interpretación que se le de, la Biblia es un libro que permanece siempre fiel a lo que su Autor quiere decir.
En ella se pueden interpretar, descuidadamente, muchas cosas que no serán conducentes a la Verdad.
Es tremendamente importante que aquellas cosas que se han ganado su propio prestigio a través de una mera tradición sean puestas en evidencia.

Uno debe conocer bien la Verdad que ama, o no ser libre.

El hombre de Tisbé (I)

En el mayor porcentaje de los lectores de la Biblia existe la tendencia de vitorear apresuradamente a cualquier personaje que parece dejar un testimonio elocuente para Dios. A esto se debe el hecho de que personas como Elías hayan llegado a ser una de esas figuras populares de los cristianos.
Santiago, en una descripción fugaz del carácter de este personaje, nos dice que "Elías era hombre sujeto a pasiones semejantes a las nuestras…" con todo, él reconoce que la oración eficaz de cualquier justo puede mucho. De manera que aunque el denominador común entre los cristianos de todos los tiempos es que somos sujetos a pasiones semejantes, lo que hace que podamos tener las expectativas más optimistas es aquella Justicia que nos ha sido imputada por Dios más que el dudoso mérito de la obediencia.

Al sondear manuales, diccionarios, y libros de exégesis bíblica en busca de datos precavidos sobre Elías, se nota que la mayor parte de ellos hacen una mera trascripción de versículos bíblicos armando una precaria síntesis. Estas cosas, más que arrojar alguna ventajosa luz para una investigación interesante, cierran el paso al estudiante del texto Sagrado, pero si uno busca un resumen apresurado de un personaje de la Biblia, de un profeta digamos, podrá hallarlo en los libros sin mayores complicaciones.
Ahora bien, si uno busca saber la verdadera identidad y personalidad de un personaje bíblico deberá remover el intenso polvo acumulado por la, a veces, agobiante exégesis tradicional.
El desventurado nivel de análisis que se hace frecuentemente de este personaje (Elías) en los libros de mayor circulación es apenas subcutáneo, casi nunca intramuscular.

Quizás el lector sea susceptible a las sugerencias de una introducción contemporánea que nos orientará a comprender algo más de Elías.

En medio de la agitación social de los países que sufren la devastación de las luchas internas y de las guerras civiles, suelen aparecer personas (a veces elegidas por el pueblo, a veces elegidas por el gobierno ante el apremio de las circunstancias) cuya función principal es la de desarrollar sus actividades en cargos públicos difíciles.
Generalmente se asume de antemano que a las personas que llegan a ocupar dichas posiciones se las hace cargo de saldar satisfactoriamente todo déficit moral y/o financiero existente. Especialmente si son administradores de la Justicia.
Es sobre los hombros de estas personas que suele balancearse la sed de justicia de miles y miles de defraudados.
Pero por idóneas que sean dichas personas, naturalmente se sabe que nunca estarán exentas de los errores inherentes de los seres humanos, pues el limpio cristal de toda función pública permite que, tarde o temprano, se vean las torpezas involuntarias, o los delitos cometidos por dichos funcionarios.

Por regla general, una buena proporción del electorado será implacable a la hora de juzgar delitos en las funciones públicas (Argentina puede ser una excepción a esta regla), pero si se trata de deslices involuntarios e insignificantes, el líder en cuestión puede contar conque el pueblo será capaz de tolerar de buena gana dichas cosas banales, aduciendo un más amplio sentido común en referencia al error que existe siempre en el factor humano.
Ahora bien, al mirar retrospectivamente en la historia podemos decir que al término de una buena gestión en cargos públicos, (es decir, de una gestión honesta y normal) el pueblo se encargará de que aquel funcionario que cumplió con lo que cualquier hijo del vecino podría haber cumplido, sea inmortalizado, endiosado, y glorificado. No obstante los buenos caudillos han sido personas ampliamente normales, muchas veces sin otra virtud que la de la humildad, es decir, la virtud de no permitirse tener un concepto desmesurado de si mismos.
Dichos caudillos, en honor a la verdad, difícilmente admitirían haber sido individuos singulares más allá del promedio.

Cuando el grado de gobernabilidad de un pueblo es nulo y alguien acepta el desafío de la conducción de dicho pueblo en una función pública, esa persona debe saber de antemano que las expectativas que la población tiene de quien es su nuevo conductor son multiplicadas veces mayores que la capacidad real que hay en él.
En cuanto a buenas cosas, la gente suele presuponer muchísimo más de sus líderes de lo que realmente debería presuponer.

Elías fue un hombre tomado de un cierto montón de personas apenas virtuosas, por no decir normales. Fue llamado por el Gobierno Supremo para desarrollar una función pública que implicaba una reforma moral, como así también política (debía denunciar el pecado y el sincretismo de Israel, y ungir para dos naciones a dos nuevos reyes elegidos a dedo por Dios: Hazael, para Siria, iría en lugar de Ben-adad, y Jehú, para Israel, suplantaría a Acab.)

Elías nació y vivió en un tiempo cuando la nación de Israel estaba políticamente dividida. Creció en el clima de un cisma partidista en el que el oficialismo y la oposición se debatían viejos rencores del pasado. Como cualquier ser social advirtió que mientras los hermanos se peleaban, los de afuera los devoraban. Su desarrollo fue dentro de los límites de una nación decadente en todos los sentidos.
Elías fue uno entre los muchos israelitas que pretendían hacer nada más y nada menos que lo que Dios pedía. No había ninguna virtud sobrenatural en los que pensaban como él, sino más bien, en Aquel que los tomaba del montón y los ungía soberana y sobrenaturalmente.
Elías vivía en el norte de un reino que alguna vez no había conocido ciertas diferencias entre Norte y Sur. Como Jesús, Elías fue alguien que en su carne no podía verse menos distinto que cualquier otro israelita.
Elías recibió y aceptó de Dios el honor de desarrollar un cargo público en Israel cuando el horno no estaba para bollos. Y naturalmente la gente (y hasta los mismos lectores contemporáneos de la Biblia) lo tomaron con expectativas que superaban en mucho al Elías verdadero.

El infame Acab marcaba la impronta de turno en las crónicas de los reyes de Israel, sin embargo su padre, Omri, es el que podría llamarnos un poco más la atención, porque cualquier dinastía demanda cierta atención sobre su cabeza original.
La denominada dinastía omrica ha corrido la venturosa suerte de permanecer bien acreditada por ciencias como la arqueología. La evidencia empírica que ha quedado de esta estirpe nos favorece en el estudio, y nos habla de notables personalidades que, comenzando por Omri, hicieron grandes osadías, y grandes obras que reflejan pocos escrúpulos morales.
Omri fue un déspota militar más que un político y fue el precursor en el establecimiento de una nueva capital en Samaria. De hecho fue él quien compró de un tal Semer el monte de Samaria, por dos talentos de plata, y allí edificó una nueva capital de marcada política disidente. De Semer, el antiguo dueño, devino el nombre Samaria.

Omri representa sino el punto más elevado, al menos el punto inicial de una dinastía que sojuzgó a Israel en una forma insólitamente cruel, pues el joven Acab y sus predecesores rindieron honor a la política de su papá. Hay que reconocer que en el sentido inmoral, los descendientes de Omri fueron horneados en el mismo molde, y cortados con la misma tijera.
Cuando Acab tuvo un tenso encuentro con Elías, oyó de él palabras que reprochaban a su predecesor: ¿Eres tú el que turbas a Israel? Y él respondió: Yo no he turbado a Israel, sino tú y la casa de tu padre, (Omri) dejando los mandamientos de Jehová, y siguiendo a los baales. (1ªRe.18:17-18.)
Israel se vio perjudicado por la conducción de esta pérfida dinastía.

La carrera y los hechos de Acab demuestran que fue un hombre astuto. Desde el principio de su reinado consideró prudente establecer una alianza con los sidonios, que en aquel momento histórico eran un pueblo de economía fértil debido a su política naval de comercio exterior. Consecuentemente se casó con la hija del Rey de Sidón; Jezabel, (yesi, para los amigos.)

En Samaria, Acab construyó con exclusividad un templo al dios Baal, la Biblia nos señala que por influencia de su media naranja, y acaso para complacerla respecto de los cultos de su tierra natal.
En su tiempo, Acab, adorador de Baal, fue la iniquidad personificada, y si bien se dice en la Escritura que Omri había sido el peor de todos los reyes, también se dice que su hijo superó a su padre en la profesión de la maldad. "Acab hizo más que todos los reyes de Israel para provocar la ira de Jehová Dios de Israel" (1ªRe.17:33.)
Es difícil leer tan exuberante crónica de injusticia sin que la conciencia comience a gestar una movilización interna en reclamo de la intervención Divina.

Es en semejante contexto que resulta ser comprensible, (pero equivocado), el hecho de que se espere que Elías sea el paladín de la Justicia, la personificación de todo el bien necesario para equiparar toda la maldad de Acab.
Parece ser que en una historia en la que el mal se viene demostrando triunfante, la mente del lector va tramando la figura del necesario defensor de la equidad, la sombra de un lobo solitario, el mito de un kung fu para aleccionar a los que desafían al Cielo.

Elías fracasa, como cualquier hijo de hombre, en llenar expectativas tan elevadas, pero no por una gran ineptitud, sino porque simplemente Elías es un ser humano normal que no llega a ser quien nosotros quisiéramos que fuese, a saber; el total justiciero de Dios. Sin embargo, al verlo salir al escenario de la función pública uno no puede menos que hacerle cargo de reivindicar el nombre de Dios y ser, por lo menos, inmaculado. En esto se notará que en nuestra exégesis se hace más evidente la influencia de la escuela cinematográfica de Hollywood, que la escuela de la hermenéutica bíblica.

Cuando Elías se presenta ante el perverso Acab y le dicta frases atemorizantes y contundentes, el lector llena inmediatamente a Elías de un contenido ideal, pero ficticio. Es que el lector no ha reparado en que las frases matadoras dichas por Elías no provienen de él, sino de Dios, porque él solo es un simple vocero de la Voz que puede mandar a los reyes y a los hombres.
La figura de Elías se hace especialmente atractiva si uno se pone romántico e interpreta mal cierta fraseología empleada por él: "Entonces Elías tisbita, que era de los moradores de Galaad, dijo a Acab: Vive Jehová Dios de Israel, en cuya presencia estoy, que no habrá lluvia ni rocío en estos años, sino por mi palabra."

Para un público ansioso de hallar personalidades rudas y carismáticas, estas palabras son como música para sus oídos.
Enfatizo la parte con la cual más nos gusta identificarnos, pero se aclara que la palabra de Elías gozaba de una autoridad delegada por Dios, y no de una autoridad propia, y Elías lo sabía muy bien. Somos nosotros los que bien podemos olvidarnos de ese importante detalle y caer redondos en los brazos de un profeta que no pretende seducir a nadie.

Es comprensible (pero equivocado) que muchos creyentes vean en Elías el Superman de la sotana, el profeta Cósmico, es decir, un personaje virtuosísimo, galantón, y superdotado.
Lo cierto es que difícilmente la Biblia nos pinta un Elías semejante. La Biblia realmente nos pintará:
-Un Elías que por ser humano, no será totalmente capaz de ponerse a tono con las circunstancias inicuas que le rodean,
-Un Elías que por ser humano, se verá asaltado por la depresión,
-Un Elías que por ser humano le brotará un burdo nacionalismo,
-Un Elías que por ser humano se mostrará iracundo, y nada manso ni humilde de corazón.
-Un Elías que, por ser humano, en ciertos momentos la dará de guapo,
-Un Elías que por ser humano se equivocará mucho en sus apreciaciones espirituales y necesitará ser corregido por Dios.
-etcétera

Cuando los líderes cristianos reciben la honra de desempeñar cargos públicos en las iglesias, deben tener en cuenta que las expectativas que se tienen de ellos serán mucho más elevadas de lo que deberían ser (aceptémoslo la gente es así, y esas son las reglas del juego).

Será bueno, pues, que no permitamos que la gente se enamore de lideres que, aunque muy idóneos y capacitados por Dios, son humanos, y por ende falibles.

A la gente que se le enseña a mirar a Dios es a la que no se le puede quitar la vista de las más altas expectativas.
Las expectativas de este tipo de cristianos nunca serán amenazadas.
Debemos edificar noblemente la obra de Dios.