sábado, 4 de julio de 2009

Orgullo que provoca lágrimas

Muchos libros poseen la particularidad de omitir ciertos capítulos oscuros de una vida humana, y de exaltar otros más dignos de encomio.
Los anaqueles que hay por todo el mundo son y serán una antología fiel de este repetido fenómeno.
Pero la Biblia es el único libro que no quiere seguir esta filosofía de indultos y alabanzas inapropiadas cuando describe a las personas. Esto se debe, sencillamente, a que su Autor es Veraz. La honestidad de Dios posee una militancia de buen cuño en el campo de la objetividad; bástenos con observar su opinión de todas sus criaturas.

La Biblia es un libro exento de cualquier parcialidad en la descripción de las personas, quienesquiera que estas sean.

Así, pues, uno debería entender que cuando en ella se retrata la historia de algún personaje, por bueno o malo que este nos parezca a simple vista, la Biblia es la que en realidad se encargará de mostrar fiel, parejamente, y sin abusos, sus virtudes y sus errores.
Pero hay que tener mucho cuidado, debido a que el leer la Biblia superficialmente puede proveer un panorama falso en el sentido de que las intenciones de fondo de dichos personajes pueden permanecer ignoradas y subyacentes.

Este desliz interpretativo (o error hermenéutico), suele ocurrir también con cualquier otro libro de texto al que no se le presta mayor atención en su lectura. Se trate del Quijote de Cervantes, del memorioso Funes de Borges, del Cruz o Fierro de Hernández, o del Pablo histórico de la Biblia, todos deben ser entendidos dentro de los contextos en que sus autores originales nos los presentaron.

De modo que al leer un cierto y determinado pasaje del texto Sagrado debe haber un menesteroso deseo de hacer un análisis completo y honesto, cuidando de dar preferencia a lo que el Espíritu nos pueda enseñar y/o modificar en nuestros preconceptos.
El extenuante trabajo de agotar todos los recursos posibles, (incluso, hasta donde sea viable, en los idiomas originales) no será en vano si usted se predispone a conocer las cosas con pleno ejercicio de las facultades de su mente y de su conciencia.
Usted debería hacer esto porque sencillamente Dios no se encargará de hacerlo por usted.
La Revelación, Iluminación, y preservación de las Escrituras corresponden plenamente a Dios, la exégesis; a sus hijos.

El pasaje propuesto para este análisis será harto sabido.

Es uno de esos textos bíblicos muy predilectos por las masas, uno de esos pasajes que se han convertido en lema proverbial de los que persiguen una vida piadosa, uno de esos párrafos que se recomiendan a viva voz entre los cristianos.

Sendas dedicatorias humedecidas con lágrimas van acompañadas con mucha efusividad de él. Multitudes de cartas (pienso que montañas) podrían cosecharse si se juntaran todas aquellas hojas de correspondencia cristiana que llevan rubricado este pasaje para infundir fe, ánimo, valor, y devoción por Jesucristo en esos momentos tan difíciles de la vida.
Los comentaristas bíblicos han hecho de este pasaje todo un himno de alabanza de la fe cristiana, y lo han declarado como uno de los puntos de mayor éxtasis en la vida Apostólica de Pablo.
Los predicadores creen que este es uno de esos pasajes en los que existe una fuente de poder inagotable que fluye para alimentar la fe de las congregaciones.
Los que se hallan en el campo misionero lo levantan como el estandarte de la fe victoriosa en su lucha contra el sufrimiento y el desánimo.
Padres, madres, e hijos, y un sin fin de personas de toda suerte de características, épocas, culturas, y de las más lejanas latitudes del mundo han avivado candorosamente sus espíritus en momentos de crisis, y de persecución con él.
No hay un creyente que al pasar por ese lugar de la Biblia no se haya detenido sin cierta admiración.
Con todo, el famoso pasaje nunca ha enseñado lo que se supone que enseña…

Helo aquí:

"Entonces Pablo respondió: ¿Qué hacéis llorando y quebrantándome el corazón? Porque yo estoy dispuesto no sólo a ser atado, mas aun a morir en Jerusalén por el nombre del Señor Jesús." Hch.21:13.

No se apresure a elogiar a Pablo por esta hambrienta declaración, no sea que él esté equivocado en su exacerbada apreciación, y usted incurra en un error al hacerse eco del Apóstol.

La generalidad de los cristianos tenemos una mente en pleno proceso de renovación espiritual. A esta clase de mentalidad todavía algo incierta e indefinida en muchos sentidos, le sienta bien el ideal del heroísmo.
En contraste con esto, los cristianos en proceso escapamos a la idea de hacer un protagonismo lánguido, impopular y apocado como cristianos (como lo fue casualmente el mudo protagonismo de Jesucristo en sus momentos más decisivos sobre la tierra…)
Nos gusta el ÉXITO, clara está, el “éxito espiritual”…

Por más que nos pese, la verdad es que la idea de hacer un papel heroico siempre nos es preferible a la de hacer un papel en el que se uno pasa inadvertido, con un perfil bajo.
Tal como este último, repito, era el papel de Cristo en la cúspide de sus mayores sufrimientos y angustias. Desde el punto de vista de los hombres y de la mayoría de los creyentes, en los momentos clave de su vida y ministerio Él fue visto como un rotundo fracaso.

Fue precisamente por la presión social en aquellas adversas circunstancias que hasta sus propios discípulos lo abandonaron por completo, y no regresaron, (y de no haber sido porque él los fue a buscar nuevamente nunca hubieran vuelto.)

Es muy lógico que en consonancia con esta clase de mentalidad frívola y pueril, la mayor parte de los cristianos adoptemos esta clase de textos de pelo en pecho con cierta predilección. Parece ser que todo personaje que luzca una gran valía (preferentemente "espiritual") será bien recibido en nuestras mentes "cristianas" elitistas.

Pero quienes han asumido que en este pasaje (Hch.21:13.) se exhibe la fe en su más puro estado, y en su máxima expresión, han ignorado todo su contexto, y las enseñanzas esenciales del cristianismo: la plena sumisión, en amor.
Fuera de su contexto, (como usualmente se lo enseña), Hch.21:13, es uno de esos pasajes que se parecen mucho a las frases vigorosas de los hombres rudos y valientes. Hombres que a la sazón de su propia fuerza han hecho hazañas impresionantes en virtud de un gran despliegue de fuerza natural.

Tomado en forma aislada, es decir, amputado de su cuerpo contextual, este pasaje parece ser el mejor candidato para llenar las opulentas despensas del orgulloso corazón inmaduro.
De seguro que entre los candidatos que se postulan al mejor versículo lema también estará Fil.4:13, ("todo lo puedo en Cristo que me fortalece") al cual ya hemos tratado de reivindicar en su propio contexto.

Adentrémonos en los detalles pertinentes a esta historia para poder comprender bien que es lo que hay realmente en la afamada declaración de Pablo.

Las instancias que envuelven a Pablo en esta declaración son lo que aquí verdaderamente debería importar, y no necesariamente su frase cargada de adrenalina y heroicidad, porque la efusiva declaración es una mera consecuencia superficial, y no una causa en sí misma como para darle tanta trascendencia como se le acostumbra a dar.

Pablo viene de regreso de su tercera gira mundial.
Mirando los hechos y los mapas, este habría sido un viaje que entre paradas, contratiempos y disgustos habría durado no menos de cinco años, con un recorrido de alrededor de cinco mil kms en total, pasando por unas veinte ciudades importantes del mundo entonces conocido en las que tuvo que aprender a convivir entre muchos idiomas, costumbres, y culturas diferentes.

Pablo regresaba, no sin cierta evidente ansiedad, en dirección a su antigua tierra, Israel. Mostraba deseos de que Dios le pusiera un broche de oro a todo el itinerario que tenía programado.
Aunque el creyente es un peregrino en este mundo esto no contraviene el hecho de que suela frecuentar ciertos lugares en lo que se siente más de entre casa que en otros, y Pablo no escapa fácilmente a esto.

Antes de encaminarse hacia los últimos puertos había tenido una despedida formal con los pastores de Efeso cuyo discurso está registrado palabra por palabra en Hch.20:18-35. Un final melancólico cierra ese capítulo en forma dramática con "gran llanto".

En el capítulo 21 del libro de los "Hechos de los Apóstoles" (y no tan solo los "Hechos del Espíritu Santo", como comúnmente se sugiere con ingenua parcialidad), el escritor inspirado comienza a dar una serie de datos curiosos sobre los sucesos que fueron acaeciendo no tan solo a Pablo, sino también al grupo que le acompañaba.

"Después de separarnos de ellos, (de aquellos de quienes se había despedido sensiblemente en Mileto) zarpamos y fuimos con rumbo directo a Cos, y al día siguiente a Rodas, y de allí a Pátara. Y hallando un barco que pasaba a Fenicia, nos embarcamos, y zarpamos. Al avistar Chipre, dejándola a mano izquierda, navegamos a Siria, y arribamos a Tiro, porque el barco había de descargar allí. Y hallados los discípulos, nos quedamos allí siete días; y ellos decían a Pablo por el Espíritu, que no subiese a Jerusalén."
Fue en la antigua ciudad portuaria de Tiro que el barco en el que viajaban terminó su recorrido comercial.
Pablo y sus colaboradores desembarcaron y hallaron a los discípulos con los que posaron una semana entera.

Fue en este lugar que Pablo recibió la primera desaprobación a sus deseos de ir a Jerusalén:

"los discípulos… decían a Pablo por el Espíritu, que no subiese a Jerusalén."

Siempre parece ser poco el énfasis que se pueda poner sobre el hecho de que los discípulos hablaron a Pablo siendo influenciados directamente por el Espíritu Santo, porque desde aquí en adelante queda establecida una dicotomía de opiniones encontradas en las que no puede haber sino un lado correcto.

Desde el punto de vista de creyentes guiados por el Espíritu, Pablo no debía avanzar más hacia Jerusalén, pero los días pasaban y evidentemente Pablo se perfilaba, (por sus actitudes, y acciones) a continuar con su viaje, no atendiendo a la voz de aquellos novatos, pero bien capaces discípulos de Cristo.

Pablo era un hombre de reconocida reputación espiritual y es por esto que no se entiende por qué no prestó oído a la amonestación contra continuar su viaje a Jerusalén, aunque la reconvención procedía de Dios.

¿Cómo el Apóstol Pablo, aquel que estuvo en el tercer cielo viendo cosas inefables, no tuvo discernimiento espiritual?
¿Cómo este creyente que una vez huyera de la ciudad de los damascenos, gracias al auxilio de los discípulos, ahora se negaba a recibir ayuda de ellos?
¿Cómo es que simples discípulos son capaces de advertir un gran peligro para Pablo y este no da crédito a sus palabras?
¿Cuál es la razón por la cual los discípulos no fueron dignos de ser escuchados por el gran Apóstol? ¿Será porque se trataba de simples discípulos interponiéndose en el fin del tercer gran viaje de Pablo? ¿Acaso no tenían el mismo Espíritu que él? ¿Acaso el Espíritu que estaba moviendo a los discípulos no era el mismo que moraba en Pablo? ¿Acaso el Espíritu Santo no podía traer convicción sobre el Apóstol en consonancia con lo que los discípulos "le hablaban por el Espíritu"…?

La palabra que se usa para designar a estos creyentes es "discípulos" (gr. mathetes). Discípulo viene a ser literalmente un "aprendiz", y por esto viene a ser uno que sigue la enseñanza de otro que, por contraste, viene a ser su maestro (gr. didaskalos).

W.E.Vine dice que "un discípulo no es meramente uno que aprende sino un partidario; de ahí que se les mencione como imitadores de su maestro"

Entiéndase que es perfectamente correcto decir que estos podían ser considerados discípulos en contraste con el maestro Pablo.
Para ser más claro, entre Pablo y los discípulos debería haber habido una relación respectivamente equilibrada entre un hombre aplomado, y algunos discípulos presumiblemente irreflexivos, un contrapeso entre la experiencia y la inhabilidad, un balance entre una gran aptitud y una adolescente incapacidad, una compensación entre una madurez asentada y un espíritu ingenuo y jovial, una proporcionada tasa entre una veterana humildad y una novata insensatez, pero ¡quien diría! todo era al revés…

La frase traducida "ellos decían por el Espíritu" (elegon dia tou Pneumatos) no podría diferir más de una frase hipotética inexistente: "ellos dijeron por el Espíritu".

Es difícil creer, por lo que se puede interpretar, que este fuera un comentario aislado, tímido y cándido que solo se hizo de pasada en una oportunidad.
Este asunto vino a ser un problema urticante que quedó flotando en la atmósfera de ellos durante toda esa semana.

En ese ambiente Pablo pasó con esos discípulos siete días, no un par de horas. Convivió con ellos toda una larga semana en Tiro. Creer que este tema no volvió a salir a la luz durante sus conversaciones, ya sea de palabra, de gesto o de hecho, es una completa ingenuidad.

Esos días en Tiro tocaron su fin, y ocurrió que:
"Cumplidos aquellos días, salimos, acompañándonos todos, con sus mujeres e hijos, hasta fuera de la ciudad; y puestos de rodillas en la playa, oramos. Y abrazándonos los unos a los otros, subimos al barco y ellos se volvieron a sus casas."

A la luz de estos versículos, difícilmente se puede juzgar con la conciencia tranquila que los discípulos se volvieron gozosos y felices a sus casas con sus familias.
Siguiendo cierta lógica se hace muy evidente que volvieron sin paz y desanimados en cuanto a la determinación de Pablo. De otra manera Dios sería un mentiroso.

Esta actitud tan controvertida en la que un simple discípulo es guiando por Dios, y un viejo Apóstol no quiere serlo, da lugar al Adversario para que se siembre una gran confusión en la mente y en el corazón de los hermanos.
Algún discípulo podría haber dicho con toda honestidad:

-"Yo no entiendo cómo Dios nos muestra a nosotros una cosa, y a Pablo le demuestra otra. Será que Dios utiliza ciertas leyes especiales en el trato con él, y otras leyes más básicas en el trato con nosotros, la verdad que no entiendo…"

En el carácter de un cristiano espiritualmente regular, las actitudes y acciones de Pablo suponían un extraño comportamiento.

Cuando nos desencaminamos, hasta los discípulos más sencillos pueden advertir nuestros dudosos procederes. Mientras tanto, Pablo ya se había embarcado en hacer lo suyo.

Prosigue Lucas:
Y nosotros completamos la navegación, saliendo de Tiro y arribando a Tolemaida; y habiendo saludado a los hermanos, nos quedamos con ellos un día.

Pablo aún no reconsidera en su mente volverse sobre sus pasos, esto se nota por el hecho de que sigue fijamente el plan que tiene trazado de acuerdo con su propio parecer. No obstante, es predecible que Dios no lo abandonará a la futilidad de sus pensamientos:
Al otro día, saliendo Pablo y los que con él estábamos, fuimos a Cesarea; y entrando en casa de Felipe el evangelista, que era uno de los siete, posamos con él. Este tenía cuatro hijas doncellas que profetizaban.

Se asume, por las mismas enseñanzas y leyes espirituales que se leen en las epístolas de Pablo, que él ya no paladeaba el gozo y la paz de Dios. Por regla general, sensible como lo era a la voz del Espíritu Santo, una creciente inseguridad marchaba en proporción al progreso de su viaje.

Frente al experimentado Felipe, (aquel que fuera Divinamente tele transportado con fines evangelísticos) al igual que ante sus cuatro hijas, señoritas profetizas, la situación parece haber quedado extrañamente soslayada por el Apóstol.

Una persona con el don de profecía es una persona que posee la habilidad de edificar, y exhortar a otros utilizando como única herramienta la Palabra de Dios. En el contexto tiempo - espacio en el que se encontraban nuestros protagonistas, una sola persona como las hijas de Felipe hubiera sido plenamente capaz y suficiente para exponerle claramente a Pablo la voluntad perfecta de Dios para con él, en contraste con lo que él estaba haciendo. Sin embargo, no se nos dice que esto haya ocurrido, y es presumible que esto no sucediera debido a que si Pablo no había reparado en la palabra de discípulos del género masculino, menos lo haría con los del género femenino, aunque fueran profetizas, hijas de Felipe, el diácono evangelista. El hombre que no anda en el Espíritu tiende a menospreciar la opinión de las mujeres.

Lo que Pablo necesitaba, en el mejor de los casos, era escuchar las mismas cosas de alguien con cierta autoridad, y si fuera posible, de confianza. Digamos, de un profeta amigo.

Esto fue lo que ocurrió:
Y permaneciendo nosotros allí algunos días, (en la casa de Felipe) descendió de Judea un profeta llamado Agabo, quien viniendo a vernos, tomó el cinto de Pablo, y atándose los pies y las manos, dijo: Esto dice el Espíritu Santo: Así atarán los judíos en Jerusalén al varón de quien es este cinto, y le entregarán en manos de los gentiles.

Hay cosas sobre las cuales es necesario llamar la atención del lector:

1-descendió de Judea un profeta: el profeta se movió desde no poca distancia para hacer un llamado de atención Divino. Agabo estaba siguiendo el modelo clásico, al mejor estilo del A.T.
2-quien viniendo a vernos: no es que Agabo estaba de paso por allí, vino con el expreso propósito y comisión Divina de verlos a ellos, más precisamente a Pablo.
3-tomó el cinto de Pablo, y atándose los pies y las manos, dijo: Esto dice el Espíritu Santo: El ministerio del profeta generalmente era de carácter preventivo, porque se anticipaba a los hechos antes de que estos fueran consumados por los hombres, y tuvieran que pagar las consecuencias de la desobediencia a la voluntad Divina. El A.T. abunda en ejemplos de esta cíclica historia, y la Biblia misma es toda una advertencia a priori del funesto fin de los desobedientes.
El profeta estaba perfectamente actualizado con el curso de la revelación Divina. Habló en nombre del "Espíritu Santo", y no de Jehová de los ejércitos.

En el A.T. se dice claramente:
"Si el profeta hablare en nombre de Jehová, y no se cumpliere lo que dijo, ni aconteciere, es palabra que Jehová no ha hablado; con presunción la habló el tal profeta; no tengas temor de él." Dt.18:22.

Pablo conocía esta norma básica de prudencia. Pablo también sabía que aunque este principio era veterotestamentario, se hallaba en pleno vigor, debido a que la naturaleza transitoria del momento histórico que se estaba desarrollando, permitía que los profetas trajeran la viva revelación Divina a voz en cuello.

Pero hay otras verdades no menos dignas de ser recordadas:
1-Pablo conocía a Agabo desde mucho tiempo atrás.
2-Pablo había colaborado con Agabo en relación a su ministerio profético.
3-Pablo había visto el cumplimiento de otras profecías de Agabo con sus propios ojos. (Vea Hch.11:28-30.)

Estos hechos eran ineludibles, y para Pablo, negarlos hubiera sido negar al cristianismo y a sí mismo.

Imagine la expresión de Pablo en esos momentos, pero mejor imagínese esto:

"Al oír esto, le rogamos nosotros y los de aquel lugar, que no subiese a Jerusalén."

En toda la basta extensión del libro de los Hechos, nunca, repito, nunca, Lucas se hizo tan carne de su relato.
Lucas le suplicó a su amigo Pablo que ya no continuara en su viaje, y como él muchos más se unieron en la protesta.

Es extraño, y por más que uno piensa es difícil imaginarse a Pablo en presunción de arrogancia, pero en fin, toda esta suerte de cosas es plenamente posible si recordamos que estamos tratando con seres humanos.

Hay quienes, en estas circunstancias, hubieran gustado consultar una encuesta, (a mí, por ejemplo) porque un llamado de atención a la razón suele atisbar el sentido común en situaciones en las que la incoherencia religiosa y el fanatismo parecen descollantes.
Como dicha encuesta es factible la haremos:
Encuesta hecha a los amigos de Pablo.
Tema: ¿Qué haría usted en la situación de Pablo?

Características del universo examinado:
a- Tres grupos de personas (alrededor de 15 individuos. Hch.21:4, 8, 12.)
b- Amigos de Pablo.
c- Creyentes.
d- En su mayoría moralmente maduros, con un elevado grado de discernimiento espiritual.
e- Demuestran un conocimiento relativamente amplio de las circunstancias que se estaban viviendo.
Pregunta:
¿Qué haría usted en la situación de Pablo?


Opciones posibles:
1-Desistiría de continuar el viaje a Jerusalén__________100%
2-No desistiría de continuar el viaje a Jerusalén________ 0%
3-No sabe, No contesta. ____________________________ 0%

Resultados de la encuesta: El 100% de las personas encuestadas desistirían de seguir el viaje a Jerusalén, ninguna no sabe, ninguna omite una contestación.

Nota: En la encuesta no se incluyen las personas de la Divina trinidad, ni la del profeta Agabo las cuales personas eran de idéntico parecer respecto a esto. Esta omisión no modificaría el resultado anterior, al contrario, lo confirmaría aún más.

Habiendo todos dado su opinión, ahora nos resta oír lo que contestó Pablo:

"Entonces Pablo respondió: ¿Qué hacéis llorando y quebrantándome el corazón? Porque yo estoy dispuesto no sólo a ser atado, más aun a morir en Jerusalén por el nombre del Señor Jesús."

Pablo va en contra de todos los indicadores:
Ni el sentido común, ni las encuestas, ni las exhortaciones, ni la voluntad Divina, ni su propio testimonio, ni la acción en perjuicio de la obra de Dios, ni ninguna otra cosa es un argumento suficientemente fuerte como para lograr un contrapeso en la determinación de Pablo.
Pablo no posee ninguna razón de buen criterio de su lado en esta decisión.

En realidad la declaración es menos valerosa y más soberbia, y deja entrever que Pablo no entiende o no quiere entender ciertas cosas:

1-Que de momento no se le solicitaba tal arrojo ni sacrificio de su parte por la obra del Señor.
2-Que no estaba entrando en juego el amor ni la fe que el profesaba en Jesucristo al pedírsele que se volviera atrás en sus pasos.
3-Que la voluntad perfecta de Dios apuntaba negativamente al hecho de que él subiera a Jerusalén en esta oportunidad.

La declaración de Pablo posee un contenido altamente estimulante y hormonal, pero no espiritual, ya que en verdad Pablo muestra otras cosas:

Un Reproche desubicado, ya que sus amigos no querían acceder a sus pretensiones personales. Por regla general Pablo siempre evitaba regañar a los cristianos sinvergüenzas que le habían provocado muchas lágrimas, no obstante, a su más fiel y espiritual grupo de amigos les recrimina lo irreprochable.
Autoritarismo, ya que con un manto de piedad Pablo pretende ocultar su despótico capricho de líder, obligando a todos a seguirle hasta la misma muerte.
Egoísmo, debido a que no muestra sensibilidad alguna para con los sentimientos ni intereses de los demás hermanos.
Rebelión, porque no acata ni respeta al profeta de Dios, ni al Dios del profeta.
¿Para qué seguir con la lista, si sería seguir describiendo nuestro propio carácter bien conocido?
Pablo alega en su declaración, con un tono que no es privativo de las "estrellas", que él está dispuesto "no solo a ser atado, más aún a morir por el Señor…"
No se trata de determinar a cuánto Pablo estaba dispuesto, se trata simplemente de que Dios NO quería que Pablo fuera a Jerusalén, y punto. Dios tenía razones reveladas a Pablo posteriormente a su desobediencia:

"Y me aconteció, vuelto a Jerusalén, que orando en el templo me sobrevino un éxtasis. Y le vi que me decía: Date prisa, y sal prontamente de Jerusalén; porque no recibirán tu testimonio acerca de mí." Hch.22:17-18.

Pablo no necesitaba saber el porqué del NO Divino. Pablo, al igual que usted y yo, solo necesitaba saber que es lo que Dios espera de nosotros y simplemente obedecerlo.

Pero si alguien quiere discutir esta actitud de mártir como un punto a favor de Pablo, se verá que esta es falsa y desubicada. ¿O usted cree que si los cristianos que estaban con Pablo hubieran tenido que dar la vida por Cristo hubieran retrocedido?

En este sentido Lucas (y otros) le podrían haber dicho a Pablo:

-¿Te pensás que vos solo estarías dispuesto a ser atado y a morir por Cristo si fuera necesario? ¿Te pensás que nosotros no? De hecho ¿Vos te creés que nosotros no estamos arriesgando la vida mientras andamos con vos de acá para allá?

Pablo tendría que haber reconocido:
-Tenés razón, discúlpenme…

Lo cierto es que la frase matadora de Pablo, el versículo lema de los muchos, la prístina y arquetípica declaración de fe… se vino a bajo, porque tal presunción no es bíblicamente sustentable.

Probablemente esta sea una de las peores declaraciones de Pablo que hayan quedado registradas en la Biblia.
Seguramente, de todas las que están registradas en la Biblia, esta sea la declaración más desubicada que Pablo haya hecho.
Difícilmente se encuentre en el N.T. otra declaración tan contradictoria a la enseñanza de un mismo Apóstol.
De cierto, es difícil conciliar esta declaración con otras hechas por el mismo Pablo:

"No seáis tropiezo ni a judíos, ni a gentiles, ni a la iglesia de Dios; como también yo en todas las cosas agrado a todos, no procurando mi propio beneficio, sino el de muchos, para que sean salvos. Sed imitadores de mi como yo lo soy de Cristo." 1ªCo.10:32-11:1.

"Lo que aprendisteis y recibisteis y oísteis y visteis en mí, esto haced; y el Dios de paz estará con vosotros. " Fil.4:9.
En todo lo que Pablo hizo se debe discernir que es lo que está bien, y que es lo que está mal. La Biblia lo demuestra si se toman los recaudos necesarios en su estudio.
En esto la Biblia se demuestra única, en la manera tan imparcial en la que describe a sus protagonistas.

Ahora bien, ¿qué refleja de bueno el pasaje? ¿Qué gran honorabilidad hay detrás de aquel que presume con estas palabras? (me refiero a Hch.21.13.) Contesto que nada.
El pasaje tan afamado suena bien, pero es hueco.

Lo verdaderamente bueno está por verse:

Si hay algo digno de resaltar en estos pasajes, no es ni será jamás el afamado versículo 13, sino, por el contrario, el posterior versículo 14:

"Como no le pudimos persuadir, desistimos, diciendo: Hágase la voluntad del Señor."
Los creyentes no dejaron las cosas en las manos de Dios hasta haber estado seguros de que todo lo humanamente posible había sido hecho. A su debido tiempo es lícito decir "que sea lo que Dios quiera."

La palabra persuadir (gr. peitho) habla de la acción de prevalecer "induciendo un cambio de manera de pensar mediante la influencia de la razón o de consideraciones morales" (W.E.Vine)

Los hermanos utilizaron legítimamente los poderes de los argumentos para tratar de hacer reflexionar a Pablo.
En esa discusión quedan implicadas las obvias razones lógicas de no continuar con el viaje (el peligro latente de que Pablo sería capturado y entregado a los gentiles) como así también las consideraciones morales que alimentaban dichas razones (Pablo tenía la responsabilidad de responder sumisamente a los designios de su Amo).

Mientras que los hermanos actuaron limpiamente, Pablo, en cambio, apeló ilegítimamente a la autoridad que le había sido dada, (según él "para edificación, y no para destrucción") e hizo caso omiso de todos.

Mientras que Lucas infiere que Pablo no se dejó persuadir, él y los demás hermanos actuaron de otro modo: siguieron a Pablo en una completa sumisión, en amor.

Lo que aquí se señala como virtuoso no es la apatía y el no conformismo de Pablo, sino la profunda sensibilidad de los hermanos que estaban junto a él.
Pablo fue un hombre privilegiado, en los amigos que tuvo.

¿Quién está preparado para actuar como lo hizo Lucas en casos como el de Pablo?

Este grupo de hermanos se retrajo voluntariamente bajo la autoridad de Pablo, sin una obligación moral que les ligara más hacia él. Lo siguieron, no porque Pablo hubiera logrado convencerles de tener un plan mejor que el de Dios, sino porque ellos preferían estar junto a él para sostenerlo en su caída.

¡Esta actitud, y no otra, es lo aquí loable!
Este amor, y ninguna intemperancia, es lo que merece ser destacado. "Desistimos" dice Lucas, significando que finalmente guardaron silencio (gr. jesucazo).
Cuando uno ama, desiste de luchar…y aguarda en un silencioso torrente de amor.

En los versículos posteriores, se dice que muchos acompañaron a Pablo a Jerusalén.
Pero no debería sorprendernos que el Apóstol, utilizando criterios muy equivocados y cuestionables en la famosa y gran ciudad (donde acababa de ostentar ante los boquiabiertos apóstoles "todo lo que Dios había hecho entre los gentiles por medio de su ministerio") se enredara tontamente en problemas buscados, y que apenas escapándose de la muerte quedara preso, "en manos de los gentiles."
Aunque Pablo fuera utilizado grandemente por Dios en las posteriores prisiones, esto solo pone de manifiesto ese gran amor que el Señor tiene por los suyos.
El hecho de que Dios posea un poder tal que le permita sacar provecho aún de nuestras desobediencias no nos justifica para pecar.

Él mismo pone una nota clara sobre todo esto que debería permanecer en nuestra más alta estima:

-"Si me amáis, guardad mis mandamientos."Jn.14:15.
-"El que me ama, mi Palabra guardará…"Jn.14:23.
-"¿Se complace Jehová tanto en los holocaustos y víctimas, como en que se obedezca a las palabras de Jehová? Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los carneros."1ªSam.15:22.

Independientemente de la interpretación que se le de, la Biblia es un libro que permanece siempre fiel a lo que su Autor quiere decir.
En ella se pueden interpretar, descuidadamente, muchas cosas que no serán conducentes a la Verdad.
Es tremendamente importante que aquellas cosas que se han ganado su propio prestigio a través de una mera tradición sean puestas en evidencia.

Uno debe conocer bien la Verdad que ama, o no ser libre.

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