Debido a los devastadores fenómenos que la historia está destinada a rever en la naturaleza del planeta, algunos cristianos han hecho con esfuerzo toda una teología de las catástrofes. Existen, pues, arduas, lentas, y copiosas páginas dedicadas a tratar de explicar lo inexplicable.
Allí donde puntualmente la Biblia hace silencio, muchas voces cristianas se apresuran y se alzan hablando con altanería del destino inminente del planeta y de las personas que lo habitan.
El mundo está cansado y saturado de un feroz fanatismo que se jacta en meras presunciones, y burdas vanidades que quitan las ganas de vivir al que tiene pocas. Este artículo es escrito con el propósito de aclarar errores y de prevenir fáciles excesos. Quien escribe esto es alguien que mira con desdén y melancolía esa cristomanía perniciosa que se congratula en su falaz ebullición. Quien lea esto debe saber, sin embargo, que profeso un cristianismo bíblico, no mezclado con dogmas antropocéntricos, y que pretendo seguir profesándolo muy a pesar de los graves errores de interpretación de otros de idéntica fe.
Hasta ahora la tendencia más general de todas las civilizaciones de la historia ha sido la de creer que la Divinidad es propensa a airarse contra el hombre, como así también a enviarle sendos castigos. Es difícil creer que existe alguna razón digna de ser considerada como para creer que esta tendencia cambiará alguna vez. Una vista retrospectiva en la historia dirá lo contrario, y una mirada en la escatología terminará por confirmarlo.
El desarrollo de esta conciencia colectiva (equivocada en cierto sentido) ha generado en el mundo cosas curiosas si uno la mira con una perspectiva histórica. El carácter vengativo e iracundo de los dioses de Babilonia, de los de Egipto, de los de Asiria, de las innumerables permutaciones que de ellos se hicieron en la Mesopotamia, del panteón de los dioses griegos, de los dioses de la América precolombina, y luego de los dioses de la América que llegó a ser por la otra contaminación hispana, y romana tiene el denominador común de la culpabilidad y del terror.
En la historia de todos esos dioses de la imaginación está la marca indeleble de una conciencia universal que busca aplacar el pecado con sus fetiches. Las formas de este pensamiento siguen su carrera, uno de los más prestigiosos canales de televisión titulaba uno de sus programas especializados en catástrofes naturales de esta manera:"La Ira de Dios". La propaganda mostraba una explosión de lava ardiente impelida desde lo profundo del cráter de un volcán centroamericano. En dicho programa se daba un serio tratamiento sobre tormentas, terremotos, volcanes, tsunamis, tornados, aludes, inundaciones, y cosas semejantes, pero ni una palabra de la Biblia que confirmara el título, sino solo presunción... Acaso está de más decir que dicho título expresa en mucho la conciencia colectiva de la mayor cantidad de personas del mundo, pero especialmente de los millones de televidentes que han tomado a priori la misma suposición: "Dios es emocionalmente inestable, y muy propenso a airarse con el hombre."
En virtud de estos presuntos sorpresivos embates Divinos, la maquinaria de sensibilización y sensacionalismo masivo corre su pregón alarmando al mundo, sin embargo los que se adentran en la Biblia reconocen que es algo sumamente delicado, sino imposible, discernir con claridad los movimientos secretos (no revelados) de Dios.
A este esfuerzo mancomunado del mundo por "aclarar" estas cosas se le debe sumar la influencia que ejerce la mala enseñanza dada por algunos cristianos, quienes desde tironeadas Escrituras presumen ejercitar cierto don profético/patético en la lectura que hacen de las catástrofes naturales.
Estas fuerzas del terror han llegado a ser importantes en sí mismas ganando un eco en la conciencia social y en un sin número de cristianos que se encargan de propagarla no sin cierta efusividad. Pero no es extraño que en el perfil de este tipo de cristianos exista la reiterada característica de una mente en la cual impera una rudimentaria teología inclinada hacia el terror, la ira Divina, el miedo pavoroso a Dios, y la sed de venganza Divina, un perfil que refleja demasiada semejanza al de las sectas del mundo…
¿Por qué muchos cristianos piensan y se sienten tan exacerbados con respecto a este tema? ¿Por qué muchos cristianos se enseñorean en torno a estos temas en vez de mostrarse mansos y condescendientes hacia el mundo? Respondo que es porque se hallan en una etapa de plena formación moral y carecen de madurez, de modo que mientras pasan por esta etapa son (y yo lo he sido) como pequeños, sombríos, y desvencijados imitadores de Elías, quienes increpan a Dios contra la gente en general y a veces contra los de su propia fe, ignorando mucho del carácter bondadoso y de la Gracia del ser Divino.
La mente del hombre inconverso occidental promedio acostumbra a creer y a promover el pensamiento de que el castigo de Dios se relaciona solo con los mitos y las leyendas, rechazando toda presunta relación entre Dios y la vida cotidiana, pero una interminable cantidad de casos bien comprobados que se reiteran cíclicamente, nos revela que cuando esas mismas personas se convierten a la fe cristiana, suelen fanatizarse yendo al polo opuesto de sus antiguos pensamientos, comenzando a ver casi en cada sufrimiento humano la presunta ejecución de una extraña pero soberana voluntad Divina. No se debe culpar al nuevo cristiano de esta ineptitud, ya que hasta que él alcance cierta madurez y comprensión no podrá hacer otra cosa que razonar su nueva fe con su vieja mente llena de antiguos miedos, malos prejuicios, y equivocados axiomas. De todas esas ideas antiguas muy pocas son naturalmente compatibles con las doctrinas de la Biblia, pero él no lo alcanza a discernir, y le espera un largo camino y una larga lucha hacia una cierta meseta de madurez…
Parece ser que la conducta humana, con todas sus arduas complejidades, es reductible a dos tendencias generales. La primera y mayoritaria es la de creer que Dios es la causa de todos y de cada uno de los efectos concebibles en el contexto de nuestro paso por el mundo. La segunda es la de excluirlo de todos los terrenos posibles, ya sean físicos, o filosóficos, objetivos, o subjetivos.
Los dos puntos de vista son radicales y prejuiciados, y no solo fracasan en dar una explicación aceptable a la demanda de un más amplio sentido común, sino que reproducen los clásicos pensamientos estereotipados de las sociedades decadentes del presente y de siempre. Tampoco estos dos puntos de vista declaran lo que la Biblia tiene para decir al respecto, (si es que se desea saber lo que Dios dice en ella.)
De modo que mientras que el no creyente no logra su cometido, por cuanto su lucha filosófica no alcanza a deshacer las múltiples postulaciones de la existencia de Dios, el cristiano inmaduro yerra, por cuanto ha presumido conocer a Dios, llegando a fabricar, sin darse mucha cuenta, un dios a la medida de su propia concepción del universo y de sus cosas afines. Por supuesto que también existen aquellos que para lograr un mayor nivel de aceptación intentan manejarse con diplomacia entre estos terrenos.
El punto único y diferente aquí es el que establece la Biblia, y aquellos que la escudriñan con esmero sincero y con humildad son los que paradójicamente obtienen el punto de vista superior y verdaderamente cabal de todo. Lo paradójico, se aclara, es que cualquiera puede llegar al conocimiento de la verdad objetiva en este asunto antes que muchos otros que supuestamente cuentan con más posibilidades a favor.
El asunto, pues, pasa por demostrar si las catástrofes dadas actualmente en el contexto de la naturaleza tienen una conexión concreta con Dios. Por supuesto que aún cuando no se pudiera comprobar una relación entre el Ser Supremo y estas catástrofes no significaría necesariamente que Dios no existe, porque la existencia de Dios no puede ser medida en base a la escala de Richter.
El afirmar que una catástrofe natural es el efecto de la ira de Dios no es algo que se pueda apoyar con la Biblia siempre. Por el contrario, estas afirmaciones no siempre contemporáneas suelen caer muy fácilmente en el terreno de las presunciones, del fanatismo y de la futurología. Esta clase de opiniones solo representa un conjunto de ideas carentes de autoridad Escritural para dichos casos puntales, pues es necesario decir que Dios no ha revelado en la Biblia ningún calendario de movimientos sísmicos, maremotos, huracanes, y otras cosas semejantes. El estudiante de la Biblia sabrá que la profecía no señala en forma explícita que Dios haría este tipo de cosas en nuestro tiempo presente, el cual es pretribulacional.
Sin embargo el cristiano promedio viola la norma esencial de su propio dogma (creer en Cristo de acuerdo con el evangelio, sin ver, por la sola fe) tratando de establecer un determinado fenómeno físico como un fuerte paradigma para ejercer fe en Dios. Ningún maremoto será lo suficientemente grande como para revelar al hombre su estado de ruina y pecado, esa convicción solo llega por medio de oír el Evangelio.
Muchos cristianos han trocado el Evangelio de Cristo por el evangelio de los Cataclismos, y muchos están contentos, no por dichos fenómenos, sino porque las congregaciones que pastorean aumentan en número rápidamente tras estas cosas. El evangelio de los Cataclismos se vende como pan caliente a la sazón de los infortunios globales. ¡Pero qué idiotez! Cambiar el remedio por más enfermedad, canjear el antídoto por más veneno. Ya nada puede parar este evangelio geológico. ¡Que cosa seria con las masas de cristianos que van permutando el evangelio de Cristo! ¡Qué ignominia el oír el anuncio del juicio de Dios por medio de la naturaleza en vez de oír el juicio de Dios en la Cruz! ¡¡Qué maldita confusión del infierno!!
Esta manera de atraer a los perdidos nunca ha sido el sistema que Dios ha escogido para desarrollar su plan en este segmento de la historia. Dios no establece ningún principio ni axioma de la física como punto de partida para la fe salvadora. La fe de Cristo siempre escapa de las manos de aquellos que pretenden atenuarla a sus mentes naturales, la Fe legítima es un don de Dios para aquellos que se convencen de su propio pecado y se arrepienten de veraz. La Fe de Dios que salva y convierte el alma está acuñada en cosas superiores a las que se ven, a las que se tocan, y a las que pueden ser demostradas por un sismógrafo. Qué ridículo resulta el actuar de tantos cristianos que tratan de medir la proximidad de peores tsunamis con la Palabra de Dios. ¿No saben que la Biblia es para medir el carácter moral de lo santo y de lo profano? Difícilmente los cristianos inteligentes arriesgarán alguna vez la reputación del Evangelio y el valor intrínseco de la Fe por medrar en esos terrenos, porque desde el momento en que Dios no ha revelado nada en cuanto a sus acciones juiciosas para el planeta en este momento histórico (desde la cruz hasta el rapto) nadie puede cifrar lo indescifrable.
Existen casos puntuales en el pasado, en los cuales se nos dice que el dedo de Dios fue el que provocó ciertas catástrofes en la naturaleza. Si habláramos, por ejemplo, del Diluvio Universal del que se relata en la Biblia, hecho que por la fe creemos que sucedió, por supuesto que sí reconocemos una catástrofe sobrenatural a escala mundial cuyo origen está en Dios. Si hablamos de las plagas que azotaron a Egipto en los momentos previos de la salida de Israel hacia el Mar Rojo también declaramos lo mismo.
En semejantes casos creemos que Dios provocó esas catástrofes porque la Biblia lo indica positivamente, pero al considerar otros casos en los que nuestra única fuente de autoridad, fe y práctica hace silencio nos limitamos (algunos) a una posición naturalmente incómoda, pero sincera; la del interrogante.
Esto no significa que uno no se de el lujo de especular para sus adentros, esto significa que como cristianos no rubricamos públicamente la firma de Dios en semejantes casos en los que la Biblia nada ha revelado. Tal confianza tenemos en Dios y en Su Palabra, se trata de una fe que disipa toda duda en virtud de la claridad de lo que la Biblia dice o calla.
La confusión, entiendo, que se ha instalado en derredor de la supuesta Autoría de estas catástrofes, tiene que ver con lo que la Biblia declara en cuanto a los cataclismos de los últimos tiempos, y al cumplimiento del Apocalipsis, por así decirlo.
La Biblia revela anticipadamente los azotes Divinos que el mundo sufrirá en un tiempo que aún es futuro. En su propia terminología, este tiempo se denomina la "gran tribulación". Un buen estudio sobre la escatología multiplicaría necesariamente el número de páginas aquí, pero aunque no lo incluiremos, el lector tiene la responsabilidad ante Dios de tomar tiempo para escudriñar esta materia que Él se dignó revelar clara y ampliamente en Su Palabra.
En el contexto de la "gran tribulación" (aún futura) sería correcto afirmar que Dios será el autor de muchos y mortales cataclismos mundiales. Dichos cataclismos llegarán, según la Biblia, en concepto de retribución por el trato que la humanidad a dado a Jesucristo, y a su causa en los tiempos de la buena voluntad de Dios para con los hombres (ese tiempo es hoy, aún, y continuará hasta que los redimidos desaparezcan del planeta.)
Dichos casos son ejemplos concretos y específicos de la ira de Dios demostrada por medio de fenómenos atmosféricos, y catástrofes producidas por medio de un cierto vehículo, digamos, la naturaleza. Pero al salirnos de estos campos tan bien delimitados estaríamos entrando en un terreno en el cual la Biblia hace silencio…nuestro plano de existencia histórica actual es uno de esos. La Biblia revela que habiéndonos dejado Su Palabra, en estos momentos Dios está en silencio, por lo que la fe que se espera de los hombres es coherente con la economía Divina para esta actual dispensación, que consiste en vindicar y justificar a Dios por la sola fe.
Al considerar las catástrofes que se han manifestado en la naturaleza en nuestro tiempo no podemos proclamar que Dios es el autor, debido a que carecemos de autoridad escritural puntual y específica para dichos casos. Sin embargo, si se quiere, tampoco podríamos negar la posibilidad. La verdad es que sencillamente no podemos saberlo en nuestro tiempo, debemos ser honestos y reconocer que sin importar lo que Dios haga o deje de hacer sigue siendo el absoluto Soberano. Nadie debe presumir públicamente que Dios provocó tal o cual catástrofe natural en este tiempo, porque sencillamente la Biblia no lo autoriza en forma cabal.
Ahora bien, hay quienes dicen "todos los creyentes sabemos que esos fenómenos son enviados por Dios", "¿qué otra cosa puede generarlos?" Permítame decirle con todo respeto que usted debiera considerar que existen arduas razones que bien podrían mantener el dedo de Dios lejos de los tsunamis, y de las capas continentales.
Según un cuadro que publicamos al final del artículo, desde el año 1945 hasta el año 1998 se han efectuado en nuestro planeta nada más que 2056 (dos mil cincuenta y seis) pruebas nucleares. Un promedio de casi 30 pruebas atómicas al año. Una ganga.
De este total de pruebas atómicas, 1572 (un mil quinientas setenta y dos) han sido practicadas debajo de la superficie terrestre, a esta clase de pruebas nucleares se las denomina "pruebas subterráneas". Pero seguramente que 1572 bombas atómicas subterráneas no contribuyen en absoluto a generar los tsunamis, ni a los terremotos, ni tampoco deben afectar las capas continentales… Seguramente Dios debe estar aplacando con su poder los estímulos que generan estas explosiones nucleares para preservar el planeta porque prefiere destruir él mismo a los hombres con terremotos y tsunamis, ¿no le parece más lógico?, ¿Le parece?
Esto es solo la punta del iceberg para quien desee investigar (lea, el leer no daña).
La ignorancia, la desinformación, el fanatismo de pelo en pecho en los púlpitos, y cosas similares son notablemente coherentes con el fracaso del cristianismo de Cristo en este mundo. ¡Qué gran antipatía produce el oír la presunción de aquellos que con tanta petulancia ven la ira de Dios en estos fenómenos! ¿Ganaremos a los perdidos de este modo?
Ahora bien, existe algo más profundo que esto, pues el problema aquí no pasa por la falta de claridad de la Biblia ni por las variantes en la interpretación de la misma, sino que pasa por el hecho de que el hombre tiene la necesidad de hallar una explicación urgente y definitiva a estos fenómenos, y debido a que él no puede saberlo todo, (ni aún el creyente que estudia las Escrituras, ni el mundo de la ciencia) se genera agitación e inseguridad en una sociedad que demanda explicaciones, y el creyente cree que tiene la respuesta poniendo a Dios como autor de estas cosas.
El hombre inconverso, ante la duda, o la posibilidad de que Dios pudiera ser quien se piensa que es de acuerdo con una conciencia colectiva, prefiere negar y desdibujar las cosas hacia otro lado. Por su parte, el creyente, sabiendo que ha sido reconciliado con Dios y que su alma ya no corre graves peligros, en general opta por apabullar a la gente y subirse al caballo para arrearla como a ganado, con gritos y silbidos, hacia el corral de su iglesia o de su denominación. Esto solo demuestra inmadurez en la selección de sus métodos de evangelizar, y hasta de sus principios.
En general, ninguno de los dos grupos prefiere saber la verdad pura, sino que se conforman con ser simples partidarios de algo que ni siquiera entienden ni les preocupa mucho entender. De hecho ambos grupos tienen las respuestas a priori, de tales suertes del destino.
Quien llega a sincerarse cabalmente con las Escrituras y con el Dios de las Escrituras (estas dos cosas no son relativas) sabe que es más fuerte el argumento a favor de que Dios no se contenta en promover la muerte del pecador, por el contrario. Sabe incluso, que Dios está "callado" en este momento histórico, y que llegará el momento en el que Él hablará definitivamente a los hombres de esta tierra.
Leyendo las páginas del Nuevo Testamento podemos ver que la idea de invocar el castigo desde lo alto procedió de mentes humanas, y que en contraste con esto Dios explicó que Él desea salvar lo que se encuentra en un estado moralmente perdido, en vez de destruirlo.
Jesucristo explicó también que pensar en el castigo sin reparar en el juicio y en la misericordia denota insensatez. Por esto mismo reprochó a sus discípulos la dureza e ignorancia que en ellos había afirmando: "vosotros no sabéis de qué espíritu sois, porque el hijo del hombre no ha venido a la tierra para perder las almas sino para ganarlas." ¿Sabéis vosotros cristianos de qué espíritu sois?
Por su parte, el Antiguo Testamento anticipa el advenimiento del "Día de Jehová", en el que la obra de Dios será tan pública y manifiesta que ya no cabrá la menor duda en cuanto a lo que Dios hace o no hace, pero eso está aún en el futuro de nuestro tiempo.
Desde que Cristo ascendió a los cielos, Dios dejó de hablar a la humanidad en forma explícita y audible, y así continuarán las cosas hasta el fin de esta era.
Salvo en tiempos específicamente señalados por las Escrituras, no tenemos argumento para afirmar que Dios envía castigos por medio de catastróficos fenómenos que toman lugar en la naturaleza. Reconocemos que Dios es Soberano, y que si Él lo considera justo lo hará, pero también debemos reconocer que Dios NO DEJA DE SER EL MONARCA DEL UNIVERSO CUANDO NO CASTIGA LAS MALDADES DE LOS HOMBRES MIENTRAS ESTOS LAS EJECUTAN.
Se sigue diciendo mucho en estos días, tras las convulsiones globales, que los fenómenos fueron sin dudas castigos divinos debido a la inmoralidad y la violencia creciente en el mundo.
Esta argumentación es deficiente y vergonzosa para la fe cristiana, es una defensa primitiva y opaca de la cual ni Dios ni la gente son dignos.
Debido a que la Santidad de Dios no admite ni un solo pecado, y que todos le son igualmente perversos, si Dios tuviera que obrar en consecuencia con su Santidad, sería el mundo entero el que se vería envuelto en un cataclismo final, (como ya aconteció una vez en los días de Noé). Los pecados relacionados con la inmoralidad sexual y la violencia, están masificados en el mundo entero, y no solo en algunos lugares. Los lugares donde existe el mayor índice de prostitución infantil en el planeta no han sido afectados últimamente, y siguen funcionando sin mayor trastorno que el ordinario. ¿Alguien se preguntó si alguna gota de lluvia cayó sobre las capitales mundiales de la promiscuidad y de la lujuria mientras que otros lugares desconocidos se deshacían bajo tormentas, y huracanes?
Decir, como cristianos, que no sabemos si Dios provocó tal o cual fenómeno natural, no significa necesariamente una falta hacia nuestra fe, ni una falta en la defensa de nuestra fe, al contrario, significa que somos fieles en mantenernos en el terreno que nos corresponde bíblicamente, sin extralimitarnos en forma sensacionalista.
Creo que los cristianos inmaduros y oportunistas estarán amedrentando a medio mundo con estos cataclismos. En mi opinión no difieren de aquellos medios de difusión masiva que aprovechan la noticia para atraer la audiencia, y el hecho de que alguien haya hecho una profesión de fe cristiana por esta conmoción social con "epicentro religioso" nunca será suficiente como para justificar tales depredadores procederes.
Aseverar de modo inequívoco que Dios es el autor de lo acontecido en Asia o en otros lugares, o casos semejantes es en extremo prejuiciado, y argumentarlo sutilmente es igualmente malo, y hasta peor. Es sencillamente manosear (¿o pisotear?) la sensibilidad e ingenuidad de la pobre gente que anda desesperada buscando una buena explicación. Los cristianos no entienden que no tienen la obligación de tener que dar siempre una "buena explicación" para todo lo que acontece en el mundo, sino que deben tener una buena fe para que el mundo pueda creer en Cristo en los momentos en los que nadie puede ofrecer una respuesta.
Bajo esta clase de errores se originó "la teoría de la Brecha" que trató de atenuar la Evolución con la Creación cuando la ciencia supuestamente había descubierto cosas comprometedoras para la fe cristiana…
Si los cristianos nos ocupáramos en cultivar una fe simple y práctica pronto el mundo cambiaría, pero hemos preferido hacer un cristianismo de alta complejidad, lleno de suposiciones, imprecaciones, presunciones, y vanaglorias. El mensaje de los cristianos hoy NO debe ser el "evangelio de los cataclismos", sino el "evangelio de la Gracia de Dios por medio de Jesucristo."
Dios es moralmente Santo, y está en contra de todo pecado. Creo que esa declaración es fiel a la Biblia y tan suficiente como honesta. No podemos demostrar que el dedo de Dios esté tras estos males, pero sí podemos predicar el Evangelio de Cristo. Dejémonos de la sensiblería barata, y trabajemos honrada y legítimamente.
Países Primera prueba nuclear Última prueba nuclear Número de pruebas realizadas
Estados Unidos 1945 1992 1030 (815 bajo tierra) sí
Rusia 1949 1990 715 (496 bajo tierra) sí
Gran Bretaña 1952 1991 45 (24 bajo tierra) sí
Francia 1960 1996 210 (bajo tierra) sí
China 1964 1996 45 (22 bajo tierra) sí
India 1974 1998 5 (bajo tierra) no
Pakistán 1998 1998 6 no
¿Firmó un tratado para erradicar las armas nucleares?
FUENTE: sepiensa.org.mx/contenidos/historia_mundo/ siglo_xx/guerra_mundial2/bombatomica/hiroynaga.htm
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