Gedeón fue un hombre que libró grandes batallas.
Luchó contra el dolor de ver cómo su propia familia le era indiferente al hecho de defender la fe verdadera.
Luchó contra el peligro de verse perseguido so pena de muerte por sus propios vecinos. Luchó contra la estigmática posición de ser el menor de sus hermanos dentro de la familia más pobre de la tribu de Manases.
Luchó contra el dolor que consistía en perder a esos mismos hermanos por causa de la espada cruel e impiadosa del enemigo extranjero, luchó contra el hambre (una ardua lucha que desconozco).
Luchó contra el dolor de ver a su pueblo viviendo en cuevas o en cavernas.
Luchó silenciosamente contra la actitud de compatriotas que nostálgicamente abrazaban el culto de Baal y Asera, olvidando a Quien los había salvado.
Luchó contra sus propios temores y evitó la luz de un día para obrar en el crepúsculo de una noche, (este temor prefigura los temores contra los cuales debería luchar después, porque prefirió la noche antes que el día para pelear).
Luchó por demostrar públicamente que la sentenciosa fórmula contenida en el nombre Jerobaal, ("contienda Baal contra él") que le había sido impuesto por el incivil populacho no tendría efecto en su vida.
Luchó contra Madián, contra Amalec, y contra los hijos del oriente, cuando estos formaban una temeraria coalición, y representaban el "eje del mal" de aquellos tiempos (permítaseme la baldía expresión).
Luchó para que prevaleciera la unidad nacional en medio de un cruel y desmembrado desamor que cundía en Israel.
Luchó contra demandas que superaban su fe poco ejercitada.
Luchó para no entorpecer la purificación que Dios le efectuaba por medio de un riguroso descuento en el ejército que estaba bajo su mando.
Luchó contra el desánimo que produce el reconocer que muchos de los que le rodeaban (más de dos tercios de su ejército) no estaban listos para luchar por la causa de Dios, ni por ninguna causa, y luchó para no envilecerse cuando los vio volviéndose a sus casas temblando de miedo.
Luchó contra su propio temor de descender a la batalla alentado por un sueño.
Luchó en mansedumbre cuando, después de la batalla que había ganado sin pelear, Efraín lo calumnió y lo reconvino vergonzosa y públicamente tildándolo de querer un héroe que se auto gestionaba (bien que el lento tiempo demostraría mucho después que jamás había sido esa su intención) no obstante, callando aún lo que era justo, optó por rebajarse y humillarse ante todos para aplacar una ira que la madurez sabe que no conviene avivar.
En la persecución final de los enemigos luchó contra la indolencia y el insulto de los de Sucot, quienes se negaron a reconocer y se burlaron de que él pudiera estar haciendo algo legítimo para Dios. Volvió a sufrir esto cuando horas después, detuvo su frenética persecución para pedir auxilio (agua y enseres) a los habitantes de Peniel, quienes se negaron a considerarlos dignos de crédito.
Luchó, después de derrotar hasta el último de sus anatemas, al ver que su primogénito era incapaz de acometer la ejecución contra enemigos de guerra que ya habían recibido firme sentencia de muerte, debiendo ejecutar la sentencia él mismo. Luchó en contra de la corriente de su propio pueblo, el cual quiso darle vanagloria al regreso de la batalla: "No seré señor sobre vosotros, ni mi hijo os señoreará: Jehová señoreará sobre vosotros".
Luchó contra el duro sentimiento de ver que este honorable deseo nunca llegaba a concretarse en el seno del pueblo que amaba.
Dios conoce verdaderamente mejor sus luchas, nosotros solo nos limitamos a contemplar lo que el tiempo fue compilando y agolpando sobre su nombre.
Yo quiero mencionar la otra lucha de Gedeón, que he omitido deliberadamente.
La lucha a la que me refiero es la primera y más grande de todas, anterior a las mencionadas, anterior inclusive, al carácter público de su carrera y de su gestión de caudillo de Israel.
Dicha lucha refiere que Gedeón está enemistado con Dios, resentido, dolido, y desesperado, con su fe hecha pedazos, ávido de hallar a alguien que le de respuestas…
Dios condesciende amorosamente al dolor de Gedeón (y mi alma toma aliento por ello). Bajando del cielo y bajo el disimulado aspecto de un profeta, Dios observa a Gedeón mientras este sacude trigo en un lugar escondido, para saciar el hambre elemental.
Dios le habla:
-Jehová está contigo varón esforzado y valiente…
Despojado de todo buen modal, y contra toda la piadosa tradición, Gedeón responde al desconocido con burlona ironía. No se cuida, claro está, de que su interlocutor sufra parte del agravio que hay en su descontento:
-Ah, señor mío, si Jehová está con nosotros, ¿por qué nos ha sobrevenido todo esto?...
Ergo: "Jehová NO está con nosotros". La frase no solo descalifica, también desautoriza, e invalida la buena nueva. Continúa la queja, de la cual Dios ya sabe el reverso y el anverso, los días, y las noches de insomnio.
-"¿Y dónde están todas sus maravillas, que nuestros padres nos han contado, diciendo: ¿No nos sacó Jehová de Egipto?"
Gedeón calumnia el pasado, gastándole una sarcástica broma a este hombre que de entusiasta ya le parece estúpido. Gedeón no va a retener nada de lo que piensa y sentencia:
-"Y ahora Jehová nos ha desamparado, y nos ha entregado en mano de los madianitas."
He aquí un golpe bajo para Dios, en su propia cara…
Es notable que ahí donde todo cristiano incurriría en la censura y en la discusión airada y calenturienta, Dios mostró una actitud que es para la imitación más que para la admiración.
A estas palabras hay que imaginarlas, y escucharlas, no leerlas. Leerlas no basta:
-"Y mirándole Jehová, le dijo: Ve con esta tu fuerza, y salvarás a Israel de la mano de los madianitas. ¿No te envío yo?"
En el instante de esa eterna mirada ha de haber Amor, un Amor que excede todo entendimiento, un Amor en el cual yo estoy confiado y seguro. Un Amor que me invita a pensar más en Él, y menos en otras cosas relativas o dudosas.
Cito necesariamente otro ejemplo:
Al salir él (Jesús) para seguir su camino, vino uno corriendo, e doblando la rodilla delante de él, le preguntó: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna? Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo uno, Dios. Los mandamientos sabes: No adulteres. No mates. No hurtes. No digas falso testimonio. No defraudes. Honra a tu padre y a tu madre. El entonces, respondiendo, le dijo: Maestro, todo esto lo he guardado desde mi juventud. Entonces Jesús, mirándole, le amó, y le dijo: Una cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme, tomando tu cruz. Pero él, afligido por esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones.
El amor con el cual Jehová miró a Gedeón está implícito, porque Dios es Amor.
El fuerte dolor de Gedeón, contenido y manejado con Gracia, parece haberse aliviado y después de esto parece mejor predispuesto a escuchar a su misterioso amigo. Aunque aún tiene preocupaciones, pero con sus preocupaciones no desea zaherir:
-"Ah, señor mío, ¿con qué salvaré yo a Israel? He aquí que mi familia es pobre en Manasés, y yo el menor en la casa de mi padre.
Dios replica de buena gana, y con una compasión que se carga al hombro el desánimo más grande:
-"Ciertamente yo estaré contigo, y derrotarás a los madianitas como a un solo hombre."
Después de esto Gedeón ya no lucha.
Cuando Gedeón finalmente advierte que está cara a cara con Dios, teme morir, pero no por causa de toda su irreverencia, o por causa de aquello que había dicho, sino solo por el hecho de estar enfrente de Dios...
Dios se limita a decirle: "Paz a ti, no tengas temor, no morirás."
(Esto para nosotros es obvio, que el ser Divino abriga buenas intenciones.)
En aquel lugar Gedeón terminó de luchar contra Dios. En aquel mismo lugar en el cual Gedeón no tenía paz edificó un altar a Jehová y lo llamó "Jehová-salóm" ("Jehová es mi paz").
De ahí en adelante están todas las otras luchas superadas.
No puede existir una lucha más ardua, más difícil, y más encarnizada que la que el alma dolorida del hombre es capaz de librar contra Dios. Si en la lucha contra Dios, nuestra decepción es derrotada por el Amor de Cristo, no puede haber en el futuro una lucha que no podamos superar.
Así Jacob se permuta en Israel.
sábado, 4 de julio de 2009
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