El hombre de Tisbé era el profeta de Jehová que había pronunciado un juicio Divino, denunciando el idolátrico culto a Baal.
Baal era un antiguo dios cananeo, el dios de la tormenta, de la lluvia, y del relámpago. Sus adoradores creían que el poder de él se hacía manifiesto en el despliegue de las grandes tempestades, en el fulgurar de los relámpagos, y en el estruendo de los truenos. Este espectáculo rutinario ofrecía una evidencia típica y muy descriptiva del poder del dios Baal para aquellos que creían en él.
Dios desafió públicamente a Baal diciendo por medio de Elías: Vive Jehová Dios de Israel, en cuya presencia estoy, que no habrá lluvia ni rocío en estos años, sino por mi palabra.
Esta declaración se traducía como un gran desafío contra Baal, en el cual se habían visto comprometidos todos sus adoradores, (entre los cuales se hallaba el rey Acab que había erigido el templo al señor chaparrón).
Dios no solo se había propuesto demostrar quién era capaz de hacer llover, sino también quién era capaz de retener la lluvia a su antojo de tal modo que ni los supuestos dioses pudieran devolverla a la tierra.
Después de tres años y medio de juicio Divino (cuando "el hambre ya era grave en Samaria") la lluvia fue devuelta, la sequía quedó en el pasado, y el nombre de Dios fue apenas vindicado por un pueblo que al ver como descendía la señal Divina de fuego del cielo, clamaba atemorizado: "Elijah, Elijah", esto es: "Jehová es Dios, Jehová es Dios".
¿Qué habrá sentido Elías (Elijah) en semejante momento, al oír que el pueblo gritaba enfervorizado su propio nombre, el cual era portador de la fórmula "Jehová es Dios"? ¿Cómo le habría afectado esto a un profeta propenso a la arrogancia?
Cuando los campos aún permanecían húmedos Elías ya se encontraba a unos 600 km al sur de Samaria, (por no decir de Jezabel). El profeta se había autocombocado a una entrevista con Dios en el monte Horeb (que es el monte Sinaí).
Elías estaba en Sinaí no porque Jehová lo hubiese llamado, sino porque Sinaí era el monte más emblemático del poder de Dios, el lugar más adecuado para que la mente primitiva de Elías se refugiara en ese momento de dolor, el lugar más tradicional para un israelita que pretendía revivir al Dios que hacía humear la tierra…
En Sinaí Dios había dado una pequeña gran muestra de su Poder legislativo, ejecutivo, y judicial. Israel había temblado en Sinaí ante Dios, Israel había rogado a Moisés que Dios no les hablara más ante el temor de morir. A una persona con el carácter de Elías le hubiera gustado revivir este tipo de acontecimientos en momentos tan difíciles como los que él atravesaba.
¿Negó Dios en su encuentro con Elías el hecho de que el poder de asustar seguía siendo suyo? No.
"Y he aquí Jehová que pasaba, y un grande y poderoso viento que rompía los montes, y quebraba las peñas delante de Jehová; pero Jehová no estaba en el viento. Y tras el viento un terremoto; pero Jehová no estaba en el terremoto. Y tras el terremoto un fuego; pero Jehová no estaba en el fuego. Y tras el fuego un silbo apacible y delicado. Y cuando lo oyó Elías, cubrió su rostro con su manto, y salió, y se puso a la puerta de la cueva. Y he aquí vino a él una voz, diciendo: ¿Qué haces aquí, Elías?" (1ªRe.19:11-13.)
Evidentemente Dios no negó ser el Todopoderoso.
Mientras tanto Elías había estado complacido con lo que habían visto sus ojos. Salvando las distancias Elías actuaba como un cananeo embelezado que se quedaba admirado del despliegue de poder de baal. Era como uno de esos adoradores que se deleitaban pensando que el poder de su dios se hacía especialmente manifiesto en el despliegue de las grandes tormentas, en el fulgurar de los relámpagos, en el estruendo de los truenos, y en la voladura de techos, carteles, y mediasombras.
Dios no negaba al hecho de ser el Amo y Señor de todo poder… Dios negaba que ese poder fuera el vehículo ideal por medio del cual él hacía todas las cosas.
Dios estaba en el silbo apacible, Dios no era tosco, ni febril, ni iracundo como baal. Esa era la lección que Elías necesitaba aprender (y ciertamente la que muchísimos cristianos no terminan de asimilar, por lo que se observa en sus mentes competitivas)
Elías había idealizado a Dios de la misma manera que los cananeos idealizaban a baal. De modo semejante los cristianos idealizamos a Cristo.
Elías se fue de Horeb con las manos vacías en cuanto a lo que él buscaba para sí mismo.. Dios le dijo: "vuélvete por tu camino" y así emprendió un viaje de 800 km hasta Damasco solo para encontrar que debía continuar con su trabajo.
Cuando nuestro concepto del ser Divino termine de ajustarse a la Biblia, nos veremos libres de la necesidad de idealizar a nuestro inmejorable Dios.
sábado, 4 de julio de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario