Siempre me reconforta ver la manera tan dulce y amorosa en que Jesucristo trató y enseñó a sus discípulos a trabajar. El amor y la paciencia son las características más predominantes de su carácter en relación a ellos.
Esas páginas de la Biblia me han convencido de que Jesucristo era un Maestro que trabajaba artesanalmente con su gente. Nunca obligó a nadie a hacer nada contra su voluntad, y nunca lo haría. Es fácil imaginar que el taller de carpintería en el que alguna vez trabajara sería una prueba de que él era un fino artesano.
No me lo imagino a Jesús entregando una mesa a algún cliente, y luego tener que recibir las quejas por faltas en los “detalles de terminación”. Galilea era una región de mucho comercio, por ella pasaba una de las rutas comerciales más importantes del mundo. En ella convivían media docena de gremios, y el de la carpintería llevaba el sello de una buena calidad artesanal. No creo que Jesucristo, habiendo hecho honor a esto, hiciera menos gala para su Padre celestial en el trabajo artesanal de presentar a los hombres perfectos.
En el mundo en el que vivimos, el concepto de lo artesanal refleja algo invariablemente inferior, decrépito, y anticuado, si se lo compara con aquello que es producido rigurosamente en serie.
Ejemplo de ello se ve a diario:
-¿Dónde compraste estos biscochitos vieja? ¡son una piedra!
-Se los compré a la Irma, son artesanales…
Desde la revolución industrial las cosas han cambiado mucho en el mundo.
El insensato apresuramiento del mundo por ir a ninguna parte, junto con esa expectativa falaz de progreso, también ha entrado en las iglesias cristianas logrado un gran dinamismo y un vertiginoso adelanto.
Las iglesias (casi siempre llenas de mediocridad y pobreza humana) le han dado su bendición casi a todo lo que lleva el sello de la modernidad y del progreso; todo método pragmático, sistema simplificado, serie de pasos, lecciones objetivas, y cursos cortos de perfeccionamiento (¿oyó bien no?: per-fec-cio-na-mien-to…) que este burdo y ruidoso progresismo tiene en su catálogo es bien recibido en ellas:
Casos testigo y vergüenzas de toda biblioteca:
-“Como ser salvo en tres pasos”
-“Siete pasos para el gozo”
-“Guía práctica para el cristiano victorioso” (versión de bolsillo)
-“Seis pasos para organizar una iglesia”
-“Teología práctica en doce lecciones”
-“La iglesia con propósito” (…método)
-“El matrimonio con propósito” (…método)
-“…Método para una oración poderosa”
-“Biblia en CD logos,…el icono “instant expert” lo convertirá a usted instantáneamente en un experto… ” (Terrible bolazo, una falta de respeto, una burla del Diablo…)
Esta manera de promocionar la vida espiritual es totalmente extraña a las formas de la propia Biblia. Estos blandos, simplificados y suavemente escalonados sistemas creados por y para los ingenuos cristianos hacen que la Biblia parezca un libro cruel, rústico y demasiado exigente al que da miedo abrir. Por supuesto, el ambiente cristiano se ha inclinado hacia este material de jardín de infames, y ha adoptado su filosofía, puesto que es lo que predomina en el ambiente. Así es che.
Así, pues, una de las vertientes de este engendro de la modernidad busca producción, una línea de ensamblaje en la que los cristianos sean hechos en serie, y esta es la filosofía que en muchas iglesias ya está funcionando desde hace mucho tiempo. El viejo cuento del “más es mejor”.
Pero nadie que entiende, discute que los cristianos hechos en serie no pueden razonar, no pueden dialogar, no saben interpretar la Biblia, no saben escuchar a alguien que opina diferente sin enredarse en una acalorada discusión, no conocen lo que es el Amor práctico, llano y simple que se puede practicar cotidianamente, se quedan mudos y sin saber cómo reaccionar ante la menor variación de preguntas, razonamientos y circunstancias que se les presentan fuera de su pequeño y prejuiciado mundillo. Son obstinados, engreídos, ignorantes, y lo que es peor: no se dejan reeducar.
El cristianismo actual es cómplice de utilizar la programación neurolinguística, tanto como los que utilizan la política o el marketing para ganar poder y prestigio bajo el lema: “el fin justifica los medios”.
Mi punto principal en este artículo es señalarle a usted, mi querido consiervo cristiano, que un cristianismo semejante NO PUEDE cumplir con la “Gran Comisión” (ni con ninguna digna comisión de Cristo).
Conceptos tales como “evangelismo explosivo”, “evangelismo agresivo”, y “evangelismo compulsivo” (conceptos viles como un lupanar, que maneja nuestro actual cristianismo) son sendas muestras de la agresividad, violencia, y ordinariez que se ha instalado en los métodos y en los discursos cristianos para predicar el Evangelio (las buenas nuevas) de la Gracia de Dios a las amadas almas de Dios, perdidas.
Se hace evidente que quienes abogan por estos sistemas desconocen el carácter de las enseñanzas de la Biblia para la actual dispensación. Son personas que tienen gran celo, pero un celo que va acompañado de una peligrosa ingenuidad. Incurren en la misma contradicción que aquellos discípulos que sugirieron a Cristo que enviara fuego del Cielo a los incrédulos rebeldes…
Uno de los pasajes preferidos de este evangelismo lleno hormonas, violencia y adrenalina es el siguiente:
“Entonces Jesús le dijo: Un hombre hizo una gran cena, y convidó a muchos. Y a la hora de la cena envió a su siervo a decir a los convidados: Venid, que ya todo está preparado. Y todos a una comenzaron a excusarse. El primero dijo: He comprado una hacienda, y necesito ir a verla; te ruego que me excuses. Otro dijo: He comprado cinco yuntas de bueyes, y voy a probarlos; te ruego que me excuses. Y otro dijo: Acabo de casarme, y por tanto no puedo ir. Vuelto el siervo, hizo saber estas cosas a su señor. Entonces enojado el padre de familia, dijo a su siervo: Ve pronto por las plazas y las calles de la ciudad, y trae acá a los pobres, los mancos, los cojos y los ciegos. Y dijo el siervo: Señor, se ha hecho como mandaste, y aún hay lugar. Dijo el señor al siervo: Ve por los caminos y por los vallados, y fuérzalos a entrar, para que se llene mi casa.” Lc.14.16-23. (énfasis mío)
A algunos pastores les encanta utilizar este versículo para presionar a sus congregaciones para que se logre algún tipo de resultado. Pero evidentemente que si supieran el significado correcto del mismo se llenarían de vergüenza.
Por otro lado, muchos cristianos, más precavidos quizás, prefieren evitarlo no queriendo hablar de él por no poder explicar satisfactoriamente ciertos términos aparentemente contradictorios. Existen, inclusive, algunos incrédulos que se han tomado de él para ridiculizar a Dios y acusarnos de tener un sistema de creencia intolerante y totalitarista. Pero últimamente existe un grupo de cristianos que han descubierto una manera de apoyar su evangelismo mercenario en, por lo menos, un solo versículo bíblico.
Si se busca la explicación y la armonía de esta declaración: “Ve por los caminos y por los vallados, y fuérzalos a entrar, para que se llene mi casa.” con el resto de la Biblia, indagando el significado de las palabras en la lengua original se verá que lo que se dice es exactamente lo que se dice.
La expresión literal, “fuérzalos a entrar” es de connotaciones fuertes, tanto en el griego, como en castellano.
Si se busca dar una explicación de estas controvertidas palabras apelando al sentido parabólico se verá que al fin de cuentas aparentemente no se exime al siervo de ejercer cierta presión sobre los que están fuera.
Pero claro, no se debería pasar por alto que una de las reglas más importantes para la interpretación de la Biblia es la interpretación de sus palabras y dichos dentro de su propio contexto de tiempo y espacio, lo que significa que debemos preguntarnos ¿qué significó para aquella cultura esto de salir a buscar invitados y forzarlos a entrar a un determinado lugar? ¿y qué significa esto para nosotros los cristianos hoy en día?
De acuerdo con las costumbres de la época en la que Cristo estaba diciendo estas cosas, era usual que ciertos hombres organizaran grandes banquetes. La preparación llevaba semanas y las invitaciones se hacían con gran antelación. Pero si por alguna razón ciertos invitados no podían asistir o viajar, el anfitrión podía llenar los espacios que quedaban invitando a otros comensales menos dignos que los primeros. Así, pues, el amo de la casa enviaba a sus siervos a buscar a otras personas y al llegar los siervos con tamaña y honorable invitación, el invitado y el mensajero entraban en un cierto y determinado trato protocolar (cosa que era una convención social con varios siglos de antigüedad entre orientales).
Dicho protocolo consistía en que el siervo daba la invitación al desconocido, e inmediatamente el invitado se debía negar a asistir. El invitado no hacía esto por falta de interés o por falta de cortesía, lo hacía por dos razones:
1-El invitado debía demostrar que no poseía una dignidad que estuviera a la altura de la invitación del anfitrión. Se debía demostrar que la jerarquía del anfitrión era demasiado alta y honorable como para asistir. Negarse era decir que era mucho honor. Era una forma de honrar al anfitrión, tal que si el invitado accedía inmediatamente significaría una terrible falta de respeto, y una deshonra para el anfitrión. El invitado debía encomiar dicha hospitalidad, realzar la gran honorabilidad del anfitrión negándose a ir.
2-Este juego daba lugar a que el mensajero tuviera la gracia y bondad de insistir en la invitación una y otra vez haciendo amplia gala de la generosidad de su amo para con el que estaba siendo invitado.
Este juego del “vení a la fiesta que te invita mi jefe”, y “no, no voy porque no soy nadie para estar ahí”, “pero sí vení que mi jefe es un grande” y “no, no, relamente es mucho” se repetía dos o tres veces hasta que finalmente el invitado aceptaba ir prácticamente obligado, presentándose luego en el banquete con agradecimiento y humillación.
A este conocido procedimiento protocolar entre orientales se lo designa como “ir y obligar a que entren a la fiesta”. Nunca, se sabe, el invitado iba a la fiesta contra su voluntad verdaderamente, sino solo en forma fingida, para decirlo de alguna manera.
Estas costumbres los occidentales no las entendemos ni practicamos en absoluto, para nosotros basta que alguien invite a un banquete para que, cuales ratas, nos colemos al festín y le chupemos hasta la sangre al pobre anfitrión.
¡Hay de la Biblia escrita por orientales, para orientales, interpretada por mentes occidentales!
Como puede verse, el pasaje antes mencionado, interpretado a la luz de su propio contexto (COMO DEBERÍA SER) no establece ningún principio por el cual se habilita a ningún cristiano a obligar ni a presionar a nadie a hacer nada con respecto a la fe.
Además el pasaje no es evangelístico, el pasaje se dirige a judíos que están bajo la Ley, y acentúa el cambio de planes de Dios con respecto a su rebelde Israel, el cual tenía el honor de haber sido invitado a la mesa de Dios pero que luego se negó a ir, inexcusablemente. (Claro que cada uno puede hacer lo que quiera con él, si eso es lo que se quiere.)
De otro modo el mismo carácter de Dios entraría en contradicción, y la misma Biblia con ello, ya que él, siendo un Dios perfecto, no puede dar y privar al mismo tiempo al hombre del derecho a la libertad soberana de elección.
En resumidas cuentas hay muchas cosas que han trascendido y se han hecho poderosas en el mundo cristiano pero en realidad no son más que terribles malos entendidos y groseros descuidos.
Que bueno sería para el mundo que los pastores se dedicaran más la investigación bíblica y a leer libros de teología, y que dejaran de lado los devocionales, los insufribles discipulados, y las lecciones publicadas en Internet.
El mundo sería distinto si en las iglesias se predicara correctamente la Palabra de Dios.
El mundo sería otro si a los cristianos se los preparara artesanalmente.
El mundo se vería distinto si no se enseñara a las personas a ser terroristas religiosos.
Usted puede mejorar muchas cosas si las hace como Dios manda.
Sin embargo ¿Hasta donde está usted dispuesto a dejar que la Biblia modifique su tradicional e insuficiente sistema de creencia?
sábado, 4 de julio de 2009
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