Después de siete días y siete noches de luto y silencio hay cuatro amigos que ya no pueden reprimir sus palabras. Job fue el primero en hablar, y sin dudas sintió en su boca ese sabor amargo que produce la química de todo organismo que atraviesa una crisis muy grave.
Sutilmente, aquel hombre de costumbres árabes argumentó que Dios tenía algo que ver con su desgracia.
La mayoría de los creyentes en el Dios de la Biblia nos volvemos torpes fácilmente cuando sufrimos, y de un modo semejante nos dejamos llevar rápidamente por un éxtasis desmedido cuando gozamos. Ser maduros es gozar y sufrir parejamente las mismas cosas, ser maduros es poseer un carácter predecible en toda suerte de circunstancias, ya sean estas favorables o desfavorables. (Este no era el carácter que Job tenía.)
Con sus palabras, Job había depositado en manos de sus amigos algunas brazas ardientes, Job había hecho, implícita y explícitamente, preguntas que ningún hombre puede contestar. Sus amigos contestaron con respuestas esteriotipadas, es decir, contestaron de la manera clásica en que se responde a aquellas preguntas cuyas respuestas nunca satisfacen.
Ante la inconsistencia de todas las respuestas ofrecidas Job se disgustó y se refirió a ellos, entre otros calificativos, como a "médicos nulos".
La discusión continua a lo largo de todo el libro y cuando llega aquel momento cúspide, postrero, y excepcionalmente extraordinario en el que Dios se presenta para hablar personalmente con Job, ocurre algo de lo más sorprendente; Dios omite darle alguna respuesta a Job en referencia a la desgracia acontecida.
En todo lo que hace al desarrollo del tema, se ve claramente que "una Respuesta Divina al por qué del sufrimiento” de Job no habría de ser la solución para consolar sus penas (penas que básicamente también suelen ser las nuestras).
Sin embargo, en su limitación, el hombre pensaba porfiadamente que una sola frase, una sola mítica frase conjugada por Dios le sería totalmente aclaratoria, y le bastaría para comprender todas las cosas para estar en paz…¡que ingenuo! Verdades que Dios dejó a Job en Paz sin darle respuesta alguna, (y eso es lo que le hace bien a mi alma y a la suya, porque de acuerdo con esto, usted y yo podemos olvidarnos de tener que saber o entender todo para tener o transmitir Paz.)
Ahora bien, los amigos de Job asumieron que su responsabilidad era la de abogar por Dios, y así fueron ensayando algunas respuestas para mitigar la acusada confusión que había en su amigo.
El primero en tomar la posta fue Elifaz, el hombre de Temán. Era descendiente de Esaú, hermano de Jacob, hijo de Isaac, hijo de Abraham (Elifaz llevaba el nombre del primogénito de de Esaú, como quien es portador de un brillo del pasado.)
El resumen del argumento de Elifaz puede ser este:
-para Elifaz, Job sufre porque ha pecado.
-para Elifaz, Job es hombre, y por tanto pecador.
-para Elifaz, la desgracia de Job muestra las características de la mano disciplinaria de Dios.
-para Elifaz, Job debe aceptar el castigo para que todo termine bien.
-para Elifaz, su punto de vista está bien consensuado, y además es indiscutible. (He aquí lo que hemos inquirido, lo cual es así.)
-Elifaz termina (5:27) diciendo que Job hará bien en tomar este consejo.
Job se enfada, y lo reprocha inmediatamente. Dios le mostrará su enfado más tarde.
El argumento aritmético de Elifaz (Justicia Divina menos - pecado, es igual = hombre desgraciado) es prevaleciente aún hoy en día. El cristiano que husmea la vida con un olfato en el que toda desgracia le huele a castigo Divino es miserable, porque prescinde innecesariamente de la imputación de la Justicia de Cristo para sentirse acepto y adecuado como hijo de Dios.
El cristiano que carece de amplitud mental para analizar las circunstancias de la vida vendría a ser como un médico que siempre diagnostica la misma enfermedad a todos sus pacientes por carecer de un uso racional de sus conocimientos. (De suerte que esto nunca nos sucede a los pastores…)
No dudo del deseo sincero de Elifaz en querer arrojar luz sobre el problema de su amigo, dudo de la capacidad de Elifaz en poder hacerlo con ese tipo de mentalidad incapaz de dar, siquiera, el beneficio de la duda a su amigo.
Elifaz y sus dos amigos, con quienes había inquirido, eran considerados un digno tribunal de consejeros, sin embargo no había consejo ni respuesta que pudiera remediar la calamidad de Job.
Cuando, en cualquier momento, esta irónica vida hace resurgir la historia de unos amigos reunidos para consolar y condolerse con otro, (mejor es dolerse con… que hacer doler con…) es bueno callar en vez de juzgar.
"Así que, no juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor, el cual aclarará también lo oculto de las tinieblas, y manifestará las intenciones de los corazones; y entonces cada uno recibirá su alabanza de Dios." (1ªCo.4:5.)
sábado, 4 de julio de 2009
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