sábado, 4 de julio de 2009

Acerca de "El levita y su concubina" (Una historia de grandes falacias y de grandes consensos) (I)

En la Biblia uno puede encontrar la narración de algunos de los hechos más trascendentes de la historia de la humanidad en relatos muy abreviados y escuetos. Por otro lado, una lógica sublime y Divina que no alcanzamos a discernir totalmente ha establecido que otras historias que consideramos relativamente menos importantes hayan quedado plasmadas, bajo la misma inspiración Divina, en formas tremendamente exhaustivas y ricamente abundantes en varios géneros de detalle.

Ante estas descripciones, los lectores solemos utilizar un razonamiento demasiado elemental que hace que nos resignemos y hasta lamentemos que algunos relatos sean demasiado estrechos, obscuros y/o simples, mientras que otros se nos antojan por demás de generosos.
Comparar, por ejemplo, la extensión y el grado de detalles existente entre el relato de la Creación y el relato de la ley ritual dada a Israel puede ser algo irónico y hasta dramático para algunos, pero la comparación es injusta.

Entre las historias que exasperan a los lectores ante tantos detalles que pintan el ignominioso carácter moral de Israel, hay una historia que suele llamarnos la atención sobremanera. La razón de esto suele ser la viva descripción de los hechos que pertenecen a dicha historia, (hechos necesariamente aberrantes para reflejar el verdadero estado moral de aquella sociedad en la cual se suscitaron).
La historia es conocida como "El levita y su concubina", pero el lector que pretende ser versado en la materia debería hacer un esfuerzo por considerarla como una historia que abarca auténticamente los capítulos 19 al 21 del libro de los Jueces, y no tan solo el 19, como suele creerse.

Detrás de esta historia de oscuras pasiones, rara vez se ha advertido que se esconde otra historia mucho más oscura y tantísimo más dramática. Que yo sepa, nadie ha predicado o llamado la atención sobre ella en contexto con la famosa historia mencionada. Esta historia más elemental y menos evidente que la de la pareja de judíos, es la historia de un pueblo que oficializó una matanza indiscriminada de personas inocentes, presumiendo y careciendo de una legislación Divina.
Rara vez he visto a los cristianos espantarse más por la masacre del capítulo 20 que por la muerte en singular del capítulo 19, la razón de esto es que el crimen del 19 ofrece una exuberante cantidad de detalles a la mente del lector, mientras que los crímenes del 20 no son descritos. De este modo llega a pesar más la muerte de un solo individuo que una masacre. Evidentemente que la forma de los relatos de una historia son ciegos modificadores e implacables condicionantes de nuestra lectura de la realidad.
Ergo: Se debe hacer un mayor esfuerzo para penetrar las capas elementales del texto bíblico. No somos periodistas del texto sagrado, somos maestros.

Lo que me propongo en este artículo es referir y explicar la parte oculta, o menos atractiva, de la historia, deseo abrir una historia que furtivamente se ha apostado en el fondo de todo el pasaje pero que, no obstante, permanece subyacente en toda problemática moral.
La historia que veremos es otra crónica de cómo la mera fuerza de una simple mayoría bastó para que se perpetrara una de las matanzas más injustificadas que Israel tenga en el haber de su vergonzosa historia. Una matanza indiscriminada de personas inocentes, entre las cuales se contaron mayoritariamente mujeres y niños.
Si el relato del abuso y muerte de la esposa concubina del levita es cruel, la disimulada historia de lo que ocurrió después es atroz.

La gente lee la historia del levita y su concubina (Jue.19) y se detiene antes de haber llegado a un tercio de toda la historia. El lector de Jueces 19 suele sufrir un bloqueo mental debido a que pocas veces la Biblia ofrece una descripción tan vívida de una serie de hechos abominables. Pero la historia no termina en el capítulo 19, la historia prosigue vivamente hasta el final del libro (Jue.20-21.)
Es verdad que el hábito de los lectores suele ser el de cortar una lectura en la Biblia al final de algún capítulo, este error se debe a una presuposición ingenua en la mente del lector; que la historia ha terminado. Nunca fue el propósito de quienes establecieron dichas instancias de separación el limitar nuestras lecturas bíblicas, por el contrario.

Además de estos errores técnicos en la lectura, la cruda naturaleza de los hechos que se narran provoca un leve aturdimiento en aquellos que son sometidos al rigor de esa porción tan explícitamente violenta y sangrienta del texto sagrado, en especial en lo referido a las violaciones sexuales y a la disección del cuerpo de la mujer. Es casi lógico que el lector perdiera el hilo en el cruel relato.

Por lo que se lee en algunos comentarios, algunos, no pudiendo abstraerse de la historia para continuar en el avance del texto, han quedado detenidos en dicho lugar estableciendo pálidas y apresuradas enseñanzas. Lo cierto es que la historia del levita y su concubina no es ni pretende ser una lección en sí misma, sino una muestra, una manifestación particular y muy acotada del pecado que se encuentra ramificado dentro de una sociedad toda.
La historia de los benjamitas violadores y asesinos es un breve muestrario del estado de una sociedad en pleno proceso de disolución. Dicha historia refleja una situación dentro de la micro estructura social de Israel, y quiere apuntarnos indirectamente la condición global de la macro estructura política y religiosa del pueblo.

La historia que se desarrolla desde el capítulo 19 hasta el 21 comienza con un acercamiento en primer plano de las relaciones sociales dentro de Israel.
El planteo del relato viene a ser como una escena enfocada por un potente microscopio que observa una pequeña comunidad de bacterias y de microorganismos que se destruyen y se devoran mutuamente, y que se rifan sus manjares de putrefacta disolución (esto es el capítulo19). Desde cierto punto (capítulo 20 a 21) el enfoque de la historia cambia, y es como si el terrible microscopio retirara el zoom hacia atrás mostrando a los individuos de la primera escena cada vez más lejos y distantes a la vez que comienza a verse una vasta población de gérmenes alrededor de ellos sobreviviendo sobre un mismo extenso tejido muerto…
Jueces 19 al 21 es un paseo por la necrosis moral de un pueblo.

De modo que quien se rasga las vestiduras por el relato de la historia del levita y su concubina se apresura demasiado en sus juicios, ignorando una lección más profunda e importante. Si en la singular historia del capítulo 19 hay enseñanzas morales, entonces en el contexto del mismo se encuentra la madre de las enseñanzas morales.

El deteriorado estado del sacerdocio de aquel tiempo propiciaba que algunos levitas incurrieran en el error de ser empleados religiosos itinerantes por su propia cuenta, soldados espirituales, o mejor dicho, "mercenarios espirituales" a sus propias expensas. (Las últimas dos historias del libro prescriben esto, demostrándose así la condición espiritual de Israel.)

En consecuencia a esto era lógico que el levita de esta historia morara como forastero en una tierra que no era la preestablecida por Dios. (Jue.19:1.)

De este detalle circunstancial de la vida del levita, se pasa a algunos detalles morales: "el levita… había tomado para sí mujer concubina de Belén de Judá. Y su concubina le fue infiel…"

Para la mentalidad promedio de hoy día, es seguro que a quien se le asignará un estigma social casi de inmediato será la mujer de la historia, primero por su carácter de "concubina", y segundo por su infidelidad. En el primer caso se comete un error de juicio exegético, quizás por olvidar que estamos hablando de personas pertenecientes a un tiempo y a una cultura bastante diferente a la nuestra.

Nuestro término castellano "concubina" no se asemeja en nada al concepto que posee el término utilizado por el escritor sagrado, ni tampoco nuestro concepto contemporáneo de "mujer concubina" define la posición que dicha mujer, como tal, tenía ante las autoridades y ante la sociedad a la que pertenecía. Toda historia antigua o neotestamentaria demanda una cuidadosa interpretación primaria y literal.
Ante la ley de Moisés, una mujer concubina era considerada, técnicamente hablando, como una mujer del mismo honor y rango que la esposa primera u original. La voz de los historiadores se aúna para decirnos que aunque esto era así técnicamente, no obstante en la práctica era todo lo contrario.
La letra de la legislación Divina no podía reformar el corazón de las personas, y esta ley era tenida en poco, pues en la práctica se discriminaba a la "segunda" mujer (la concubina) no reconociéndosele casi ninguno de los derechos que el Autor de la ley le había otorgado, salvo en casos de faltas indisimulables presentadas ante las instancias de un tribunal.

En la ley de Moisés estaba previsto:

"Cuando salieres a la guerra contra tus enemigos, y Jehová tu Dios los entregare en tu mano, y tomares de ellos cautivos, y vieres entre los cautivos a alguna mujer hermosa, y la codiciares, y la tomares para ti por mujer, la meterás en tu casa; y ella rapará su cabeza, y cortará sus uñas, y se quitará el vestido de su cautiverio, y se quedará en tu casa; y llorará a su padre y a su madre un mes entero; y después podrás llegarte a ella, y tú serás su marido, y ella será tu mujer. Y si no te agradare, la dejarás en libertad; no la venderás por dinero, ni la tratarás como esclava, por cuanto la humillaste." Dt.21.10-14.

Esta legislación Divina a favor del sexo femenino estaba motivada por amor a las almas de ciertas y determinadas mujeres que eran objeto de los abusos y excesos propios de una sociedad prominentemente marcada por la mentalidad varonil, rústica y desprejuiciada como lo era la del promedio de los varones israelitas.
El propósito de esta legislación era promover total dignidad y honor hacia las esposas tomadas de los esclavos y proveer seguridad para la jurisprudencia de los tribunales judíos, que se caracterizaban no por el recto ejercicio de la justicia sino por sus vetas de implacable furia a la hora de sentarse a juzgar a dichas mujeres.

Para la norma moral del Dios de Israel era una falta que los israelitas tomar mujeres concubinas, porque las motivaciones que impulsaban a los varones judíos a hacer esto era la codicia de la carne, las pasiones oscuras que despertaba un sexo licencioso, y la ventaja que le reportaba a ellos una segunda mujer en el marco del prestigio social como así también en lo tocante a reclutar más fuerza de trabajo. Pero Dios no podía menos que legislar sobre el asunto de la poligamia sabiendo que ese sería un mal del que no podría disuadir a los hombres, ni siquiera a los israelitas.

Según Cristo, dentro de la Ley existía un conjunto de leyes sobre el matrimonio que fueron dadas por Dios a causa de "la dureza de sus corazones", y esto dicho en relación a hombres. Es decir que este tipo de corazón no dejaba otra alternativa que hacer una ley restrictiva, y no una ley constructiva en relación a la vida conyugal.

Evidentemente que si muchos de los hombres de aquella sociedad tenían un doblez moral en sus corazones en cuanto al acatamiento de la perfecta voluntad de Dios para el matrimonio, las mujeres, siguiendo la misma lógica que ellos se justificarían a sí mismas a la hora de darse libertad para tener sus amoríos.

Todos los varones judíos que tenían mujeres concubinas fracasarían ante el tribunal de la conciencia de cualquiera que recordara esto: "no codiciarás la mujer de tu prójimo".

De modo que llegamos a esta instancia social:

"el levita… había tomado para sí mujer concubina de Belén de Judá. Y su concubina le fue infiel…"

Aquí se deben señalar dos faltas morales, no tan solo una. Una se señala implícitamente, la otra explícitamente, porque el escritor mismo tenía una mentalidad moldeada dentro de las normas y de las convenciones de su propia cultura…

Tomar mujeres, contra todo el espíritu de la ley para construir una poligamia, y darles a esas mujeres un trato rústico que era contra la ley era algo socialmente aceptable (hasta para las mismas mujeres era bastante normal) Este tipo de cosas era algo que no llegaba a trascender socialmente, pero cuestiones como el adulterio en seguida tomaba carácter, juicio y sentencia pública, especialmente en perjuicio de una de las personas más indefensas de aquella sociedad: la mujer.

Los varones israelitas ya habían adaptado la Ley a su nivel ético y moral. Tener un "harem" y utilizar a las mujeres como esposa/sierva no constituía escándalo alguno, era algo que no solo se dejaba pasar, sino que llegó a ser como ejemplo dado por los mismos monarcas de Israel, pero se debe recordar que no se utilizaba el mismo procedimiento ni la misma mentalidad en el juicio contra el más débil que contra el poderoso. ¿Dónde estaba el hombre adúltero cuando trajeron ante Jesús a la mujer sorprendida en el acto mismo de adulterio? (Jn.8:4.) ¿Acaso la ley no condenaba a ambos? Contestamos: Sí, efectivamente la ley condenaba a ambos por igual. (Lv.20:10. Ex.20:14)

Si en el nivel más elevado y emblemático de la autoridad de una comunidad existe la corrupción moral, es obvio que esta corrupción se extenderá hacia los escalones que descienden por la estructura de la pirámide social. Cuando el pecado se instala en la cabeza de mando, es difícil exigir santidad a aquellos a quienes se les obliga a estar "abajo".

En Israel no era lo mismo la dignidad que se le otorgaba a un sacerdote que la que se le rendía a un hombre común, no era lo mismo la dignidad que se le daba a un hombre de guerra que la que se le daba a un artesano, la dignidad que se remitía a un varón no era la misma dignidad que la que se remitía a una mujer, no era igual la dignidad de un hijo primogénito que la de un hijo segundo, la de una hija que la de un hijo, la dignidad de una esposa tomada de Israel no era la misma que la dignidad de una esposa tomada de los gentiles…cada rol tenía asignado un prestigio social y un trato preferencial que resulta ser execrable si se recuerda que el espíritu de la ley señalaba que la honorabilidad de cada individuo debía ser sustancialmente la misma. El amor al prójimo era injustificadamente desigual, y el amor hacia una esposa concubina también…

Una esposa concubina y sus hijos tenían exactamente los mismos derechos de herencia que una mujer no concubina, por así decirlo:

(Viene del mismo contexto que la cita anterior)
"Si un hombre tuviere dos mujeres, la una amada y la otra aborrecida, y la amada y la aborrecida le hubieren dado hijos, y el hijo primogénito fuere de la aborrecida; en el día que hiciere heredar a sus hijos lo que tuviere, no podrá dar el derecho de primogenitura al hijo de la amada con preferencia al hijo de la aborrecida, que es el primogénito; mas al hijo de la aborrecida reconocerá como primogénito, para darle el doble de lo que correspondiere a cada uno de los demás; porque él es el principio de su vigor, y suyo es el derecho de la primogenitura." Dt.21:15-17.

La legislación citada estuvo motivada precisamente por la discriminación que los hombres y sus primeras esposas solían hacer contra las esposas concubinas y sus hijos.

Es más que evidente que a este tipo de esposas no se les concedía la misma igualdad de condiciones y derechos legales (aunque dentro de la legislatura estaban asegurados y garantizados). Es más que evidente que los hombres llevaban "la sartén por el mango" en estos asuntos con una patética presunción de poder, y aunque todo lo necesario para que existiera el equilibrio de la justicia social en Israel estaba efectuado desde la legislación Divina, sin embargo, la justicia no era igual para todos; el pecado de algunos era peor que el pecado de otros…

En el caso particular de los protagonistas de nuestra historia (el levita y su concubina), el amor de parte del hombre era un verdadero fiasco. El texto bíblico lo muestra sin ironías:

V3- La buscó para hablarle amorosamente, y hacerla volver…

V25- tomando aquel hombre a su concubina, la sacó; y entraron a ella, y abusaron de ella toda la noche hasta la mañana, y la dejaron cuando apuntaba el alba.

Por supuesto que después de esta puesta a prueba uno tendría derecho a dudar del verdadero grado de compromiso que había en el corazón amante del levita, de otro modo imagine que usted y su esposa discutieran y ella se fuera, entonces usted va a buscarla, y al pasar por un lugar peligroso de la ciudad lo asaltan, y usted enfrentando a los asaltantes les dice: no me maten, acá tienen a mi esposa, háganle lo que quieran, pero por favor no me maten…
Vamos a decir que usted no estaría entre los candidatos nominados al "mejor esposo". Pero aún cuando en vez de una mera discusión de por medio hubiera habido un adulterio, la cosa no cambiaría, de modo que en cualquier caso, si la nobleza de un esposo no se exhibió en los momentos buenos y agradables de la vida, es imposible que esta haga su aparición en un momento tan crítico como lo era ese. Esto puede llevarnos a pensar qué tipo de esposo había sido el levita en buenos tiempos…

Después de la perturbadora historia de la violación múltiple a la esposa del levita, el texto nos muestra a un esposo imperturbable:

"Mas aquellos hombres no le quisieron oír; por lo que tomando aquel hombre a su concubina, la sacó; y entraron a ella, y abusaron de ella toda la noche hasta la mañana, y la dejaron cuando apuntaba el alba. Y cuando ya amanecía, vino la mujer, y cayó delante de la puerta de la casa de aquel hombre donde su señor estaba, hasta que fue de día.
Y se levantó por la mañana su señor, y abrió las puertas de la casa, y salió para seguir su camino; y he aquí la mujer su concubina estaba tendida delante de la puerta de la casa, con las manos sobre el umbral.
El le dijo: Levántate, y vámonos; pero ella no respondió. Entonces la levantó el varón, y echándola sobre su asno, se levantó y se fue a su lugar.

Ni el esfuerzo más grande de la literatura dramática, ni el ingenio de la prosa más pulida de la historia más desgarradora que se halla inventado jamás puede hacer, siquiera, mella en este incidente de la realidad; el descuido deliberado, el desamor insufrible, y la vileza más atroz es más patente en la faz de este esposo que en la de todos los benjamitas que se reunieron allí durante la noche. Todo lo que él tiene para ella es: "Levántate, y vámonos". Dos órdenes, dos reproches, dos disimulos, dos golpes morales. ¿Podrá alguien convencerme de que este hombre vino de lejos verdaderamente para hablarle a esta, su esposa, amorosamente con el fin de hacerla volver a su casa para dicha de ella? (19:3.) ¿Podrá alguien defender el carácter moral del levita y condenar a su concubina enteramente? ¿Podrá alguien ignorar los matices de la desigualdad y de la injusticia social con índices tan elevados de testosterona?

Algunas preguntas que no deberíamos tratar de evitarnos son las siguientes: ¿Qué estuvo haciendo el levita durante toda esa noche mientras su esposa era violada minuto a minuto, segundo a segundo, hora tras hora? ¿Estaría durmiendo? ¿En que se basaban las promesas de amor que él traía para ella? ¿Qué hicieron los otros dos hombres que estaban con él para impedir que esto pasara? ¿Qué idea tan optimista y llena de inocencia, qué anhelo de reparo y protección, qué urgente necesidad de consuelo habrá tenido ella para que al final de semejante pesadilla tuviera la intención de volverse a la casa, a aquel que le había cerrado las puertas horas antes para salvar su propia vida? ¿Qué habrá pensado Cristo del ejemplo de este esposo en relación al tipo de esposo que fue él para con el infiel Israel capitaneado por este tipo de levitas? ¿Por qué, después de este suceso, en vez de ser cortada en pedazos la mujer del levita no fue cortado en pedazos el esposo? ¿Acaso el pueblo no tenía la más alta norma moral y legislativa de la tierra para poder discernir…?

En nuestro universo cristiano suelen reiterarse estas situaciones en las que el pecado se acomoda al entendimiento de que hay situaciones justificables, situaciones en las cuales una infame indiferencia por parte de la gran mayoría de los hijos de Dios se muestra implacable. Especialmente es notable en aquellas jerarquías de "autoridad espiritual", que tan a menudo se muestran arrogantes, y presuntuosas tras un velo de superioridad, aplastando y exhibiendo con autoritarismo y sin detrimento alguno a los cristianos que son más vulnerables y visibles en las escenas de la culpabilidad.

En aquella época el promedio de los tribunales judíos consensuaba en el hecho de que ella era una pecadora, y él un ilustre varón de Israel…
En el cristianismo de hoy, el pecado enquistado en las posiciones de liderazgo es un poderoso "consenso oficial", y los débiles reclamos de algunos cristianos aislados son el hazme reír de un movimiento religioso masivo que avanza perdido, sin identidad, y sin rumbo.

Es que en aquel mundillo religioso (como en el nuestro) existía una larga trayectoria de hechos vergonzosos que ya habían acostumbrado a la gente a tomar los abusos con indiferencia y con mucha naturalidad. Nosotros, a semejanza de ellos hemos hecho una completa catarsis frente a las injusticias del mismísimo mundo cristiano en el que vivimos.

Pero ese "statu quo", ese silencio generalizado del pueblo, ese mudo aval que acompañaba aquellas campañas a favor de la corrupción y de los abusos de poder moral, esa gran partida de pecado por omisión, no lograron prevalecer absolutamente, pues para algunas personas, y para Dios, la Verdadera Verdad seguía permaneciendo clara, inmaculada, y subyacente poniendo de manifiesto que detrás de la historia oficial había otra historia… la historia verdadera.
Dicha historia se lee (si se desea) en las páginas del Antiguo Testamento, la historia cuya enseñanza tiene el poder de reivindicar plenamente a la Justicia moral que amamos, aquella por la que jamás bajaré estos frágiles brazos.

10 comentarios:

Arturo Gasca dijo...

Excelente, me portó un monetón!

Unknown dijo...

Muy buena reflexión Dios les bendiga y los siga usando

Unknown dijo...

Gracias por compartir su estudio de este tema, me ha motivado y bendecido en gran manera.

Anónimo dijo...

Concuerdo con el autor de este post, ayer en la lectura bíblica que hicimos con mi familia leímos este capitulo y quedamos perplejos, pero hoy al buscar información referente al tema me quedo con una idea mucho mas profunda. gracias por aportar

Anónimo dijo...

La Biblia es la historia de como Dios seguia amando a su pueblo a pesar de cometer estas atrocidades, como aun los escuchaba A PESAR de tener ese tipo de corazón duro.
No es la historia de un monton de personas perfectas amadas por Dios es sobre Dios amando a personas que no lo valen. Como en la actualidad.
Gran articulo.

Unknown dijo...

Muy buena reflexión, aunque todo esto se resume en el último versículo de Jueces: “En estos días no había rey en Israel; cada uno hacía lo que bien le parecía.” Jueces‬ ‭21:26

Giselle dijo...

Excelente, la verdad mis ojos estaban velados, gracias a Dios por usarle.

Alfonsina dijo...

Buena, me hubiera gustado que hicieras un paralelo con genesis 19, gracias Dios te siga difundiendo para bendición al que te lee.

Unknown dijo...

Me aburristes,muy largo para algo que está bien claro en la biblia,no hay que disfrazar con eso del sentimentalismo cristiano,en ese tiempo los judíos mataban,otras etnias judíos sin ningún tipo de piedad,mujeres y niños no quedaba ninguno,por qué castigo dios a Saúl,por no cumplir con los asesinatos que le había mandado!y Jesús no es de la simiente de David,por eso los judíos lo odian,y blasfeman su nombre,no disfrasemos las cosas!

Vestidura Eterna dijo...